lunes, 26 de abril de 2010

la vaca Cecilia


Quiero presentarles (verdaderamente no se a quién me dirijo, este blog está cada vez más monocorde, monológico, monociclo) pero en fin... quiero presentar(les) a un nuevo ser que acaba de llegar al mundo: es la vaca Cecilia, desperfecta del lado derecho, amante de Pollock y de las plantas del balcón, viajera y medio actriz.
Bienvenida al mundo de los seres de tela e hilo!

sábado, 24 de abril de 2010



De invierno (Rubén Darío)

En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón .

El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su pico la falda de Alençón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño;
entro, sin hacer ruido; dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro rosado y halagüeño

como una rosa roja que fuera flor de lis;
abre los ojos; mírame con su mirar risueño
y en tanto cae la nieve del cielo de París.

Gracias Pili por mostrarme la poesía. Por acá también, frío de otoño, domingo de sábado.

viernes, 23 de abril de 2010

Paraguas!!!








En el medio del otoño: 9 paraguas de colores.
Infinidad de textos que cuelgan: cuentos, fragmentos, canciones, historietas, poesías.
El ánimo de convidarle a chicos y grandes el gusto por la lectura.
Hicimos una pequeña intervención en las cercanías del Galpón de La Grieta, esperamos a que los chicos salieran de la escuela -el timbre suena a las 5 de la tarde- y los acompañamos hasta que se tomaron el colectivo. Seguimos repartiendo papelitos a los viajantes, a los colectiveros y a todo bicho que pasara caminando.

Copio uno de los textos que andaba dando vuelta:
Fragmento de El palacio de la luna—Paul Auster
“Cerca de Columbus Circus vi a un joven negro, más o menos de mi edad, que caminaba paralelamente a nosotros por la acera de enfrente. Por lo que pude ver, no había nada de extraño en él. Iba decentemente vestido y no hacía nada que sugiriera que estaba borracho o loco. Pero allí estaba, en una noche primaveral sin nubes, andando por la calle con un paraguas abierto sobre la cabeza. La cosa era bastante incongruente de por sí, pero luego me di cuenta de que además el paraguas estaba roto: la tela habla sido arrancada del armazón y, con las varillas desnudas inútil¬mente extendidas en el aire, parecía como si llevara una enorme e inverosímil flor de acero. No pude evitar reírme. Cuando se lo describí a Effing, él también se rió. Su risa fue más alta que la mía y llamó la atención del hombre que iba por la otra acera. Con una amplia sonrisa, nos hizo un gesto para indicarnos que nos metié¬ramos debajo de su paraguas.
-¿Es que quieren mojarse? -dijo alegremente-. Vengan aquí para protegerse de la lluvia.
Había algo tan fantástico y espontáneo en su ofrecimiento que hubiera sido una grosería rechazarlo. Cruzamos la calle y camina¬mos treinta manzanas de Broadway bajo el paraguas roto. Me agradó ver con qué naturalidad fingió Effing la broma, sin hacer preguntas, comprendiendo por intuición que esta clase de juego sólo podía mantenerse si todos fingíamos creer en ello. Nuestro anfitrión se llamaba Orlando y era un cómico muy dotado; sorteaba de puntillas imaginarios charcos, inclinaba el paraguas en distintas direcciones para evitar las gotas de lluvia y charló durante todo el camino en un rápido monólogo de asociaciones ridículas y juegos de palabras. Era la imaginación en su forma más pura: el acto de dar vida a cosas inexistentes, de convencer a otros de que aceptaran un mundo que en realidad no estaba a la vista. Al haberse producido aquella noche, el encuentro parecía concor¬dar con el impulso que movía lo que Effing y yo acabábamos de hacer en la calle Cuarenta y dos. Un espíritu lunático se había apoderado de la ciudad. Los billetes de cincuenta dólares viajaban en los bolsillos de los desconocidos, llovía pero no llovía y no nos daba ni una sola gota del chaparrón que caía a través de nuestro paraguas roto.”

miércoles, 21 de abril de 2010




pequeño zorrito verde agotado. y recién es miércoles.

martes, 20 de abril de 2010



pileta de sueño. camposanto.
Mientras esperamos el colectivo, las plazas, los transeuntes.

paint!

lunes, 19 de abril de 2010




Te veo reflejado en el televisor, con tu cara de ciervo magistral y tus manos de sapo.
Estás dibujado sobre la franja de colores que anuncia el fin de la programación.
Decís -¿nos vamos a dormir?
y yo pienso -¿Cómo se duerme?
Flora limpió los cristales de tus ventanas pequeñísimas, se fue por el camino de las hojas y no le dimos propina. Alguien agita las peras moradas y da un grito. Temo por el gato de la vecina y por los pies de Tomás, que se ha quedado dormido afuera.
Hay además sombras en el cuarto de Cecilia, una bestia de tela o pelusas.
¿Cómo se puede dormir?
Te limitás a mostrarme las barras del televisor.

miércoles, 14 de abril de 2010

borr

resalto las palabras. todas juntas, quedan palpitando sobre la franja negra, ahora blancas. debajo hay un río y un hombre que se desmaya. es confuso, porque también hay una mujer descalza que pisa las baldosas y se moja con fluido o algún otro producto de limpieza. sus pies huelen a limpieza pero ella está sucia.
y todavía después está el hálito tibio de un caballo que puede morir en cualquier momento. que puede ser asesinado.
adoquines y lluvia. y desencuentros.
resalto las palabras y las borro. es una forma de borrar todo junto. seleccionar y borrar (control E). Se va todo, y sobre eso escribo.
la palabra palimpsesto siempre me sonó como afectada. También a la mujer que ahora debe tener los pies helados. Desconozco si el hombre alguna vez la ha escuchado, sospecho que no. El caballo con seguridad la desconoce y es mejor así.
sigo, y todavía no he borrado nada. es como si todo pudiera decirse después de haber borrado lo otro. enter y espacio, enter y espacio.
la mujer alguna vez estuvo encerrada en un negocio viejo, que ya no se usa o que se usa como depósito. estuvo atada a una silla escuchando una radio y una gotera. vigiló y ansió la llegada de las cucarachas y de los ratones. Ahora está libre pero no se ha ido mucho más allá del pasillo. No sabe cómo detener la inundación.
Otros dicen que es por eso que el hombre se ha desmayado. (ahogado), dormido? en el río que no es un río sino la inundación de un pasillo largo. Yo no tengo la suficiente memoria, es decir, no he estado ni presenciado el nacimiento del río ni la construcción del pasillo, por lo tanto, adscribo, o no, a ambas hipótesis. Lo único que me importa, en realidad, es la franja negra en la que todo se descompone, la que he borrado, la que vengo repitiendo una y otra vez.
el caballo es viejo y ha estado, él sí, en el nacimiento, pero su memoria es quizás más débil que la mía, o más breve, y por lo tanto, no vale para nada. Sólo importa que puedan asesinarlo porque ahí sí que no sabríamos qué hacer con el vacío que dejaría su cuerpo; no podríamos sostener la mirada sobre nada y quedaríamos ciegos. es imprescindible que el caballo respire aunque huela a podrido y a pelo mojado. yo lo alimentaré con mis manos, acariciaré su hocico y su lomo. se que también ellos lo harían si no estuvieran desmayados o con los pies mojados.
he vuelto a borrar. esta vez ha sido una tontería, la distancia entre las palabras es enorme. el hombre desmayado lo comprende y regresa fatigado. hubiera preferido quedarse, todos lo sabemos y también lo hubiéramos preferido. pero, ahora, mantendremos con vida al caballo (sobre él caen las hojas actuales del otoño) y esperaremos que atrapen al asesino.

domingo, 11 de abril de 2010

jueves, 8 de abril de 2010




A partir del cuento "La mendiga de Nápoles" de Max Jacob (gracias Andre y Gabi)

Cuando yo vivía en el boulevard de la ciudad de los cuatro ríos había en la puerta de mi casa una mendiga a la que yo arrojaba monedas. Un día, sorprendido de que no me diera las gracias, miré a la mendiga; entonces vi que lo que había tomado por una mendiga más bien era una radio con pocas pilas que captaba señales encontradas. Me acerqué a los parlantes y no pude discernir ninguna palabra reconocible: se mezclaban músicas, algo que parecía el relato de una pelea de box y quizás alguna publicidad vieja.
Adentro el centro energético se consumía. Acerqué todavía más el oído y escuché toses, como de personas que esperan en una sala, un rechinar de tazas y de bostezos. Apilé las monedas en el centro de la mesa ratona –por última vez, pensé- , al lado del plato de galletitas: era una limosna simbólica, una forma de llamar su atención.
Una de las personas sentadas alrededor, todavía bostezando, las tomó, sin darme las gracias, y las colocó en su boca. Las fue masticando mientras me miraba, como si fueran caramelos.

fotos de Grete Stern.

lunes, 5 de abril de 2010

Ritornello to the city




De las paredes de "La mesa está servida" (una casa antigua devenida en restaurante y espacio cultural, algo así como La Bicicletería para los platenses) salen piernas de colores o recubiertas de flores. Algunas caminan y otras simplemente se ahogan en el cemento. También hay fotos y cuadros de artistas locales. Durante tres días hubo además bandas de música (de rock, de folklore, música mejicana, percusión...) y presentaciones de libros. Las noches de Villa Mercedes volvieron a llenar(seme)de amigos y de músicas (un bandoneonista cordobés que después de tocar tangos se puso a rapear, Manu haciendo capoeira bajo la lluvia, el citroen de Santi y la persecución del gato y del ratón, las charlas entre las jarras de vino y los encuentros casuales en La Librería). Encontré, como cada vez que voy, que hay mucha gente con ganas de hacer cosas, de compartir experiencias culturales, de viajar y de recibir a artistas de otros lugares, y, por estos momentos especialmente, de luchar por la educación (hubo una gran marcha en Merlo para continuar con el paro docente hasta que el gobierno de la provincia escuche los reclamos de los maestros).

Ojalá existiera una máquina voladora para estar aquí y allá, en Río IV y en el futuro Brasil, en el frío de Villa y en La Plata.

Fotos del concierto de Opus Nigrum .