La noche del martes pasado fue la primera noche de un largo día que comenzó el dos de abril y se continuó durante casi siete días sin interrupción. Comenzamos el taller de literatura y la mitad de la ciudad estaba, otra vez, a oscuras. También Meridiano V, también el galpón, así que nos fuimos a casa de Gonzalo, el protagonista de esta historia.
La casa de Gonza es una "casa" de verdad, es una casa por la que ha pasado el tiempo y cada elemento parece tener una historia, un uso, un desgaste. Esa fue, reitero, la "primera", por así llamarla, "noche", después de la inundación, y los ánimos de todos estaban extraños, entre contentos de vernos; tristes, indignados, por lo que estaba pasando; extasiados ante la enormidad chocolatosa del huevo de pascuas que trajo Sole y la contundencia del ron de Gonza. Así fuimos leyendo el primer cuento del año, "Nadar de noche", de Juan Forn. Como siempre, las derivas. Juan Forn y Página/12. Juan Forn se va a vivir a Villa Gesell cuando ya no aguanta más. La pregunta de Gonzalo: ¿Por qué todos los escritores se van a vivir a Villa Gesell? ¿Qué es ese "encuentro" que se produce en el relato?, ¿Cómo pesan las palabras "nadar" y "noche" esa primera noche cuando todavía sudan las paredes de las casas y nada se ha repuesto del todo, y sin embargo, está bien, era ese el cuento.
Ayer, segundo martes, seguimos con Juan Forn, un cuento, para mi, menos iluminador que el primero "Mañana preocúpate de mañana" y una crónica excelente, contratapa del Página, "Volver a casa". Hacia el final, Gonza pregunta si puede contarnos una historia que le pasó, y nos dice que días después del primer encuentro del taller fue a capital a una terapia, se puso a leer "Los detectives salvajes" de Bolaño y se pasó de la estación de subte en la que tenía que bajar, volvió a subirse, llegó a lo de su terapeuta, y ante la pregunta esperable de la inundación, y las respuestas, seguramente, menos esperables, de Gonza, surgió, resplandeciente, el nombre de Forn, que otra vez se iba a Gesell, crisis hepática, sobrevivencia, con su hijita y su mujer. Y la novela, María Domecq, de la que Andre había hablado. Coincidencias. Gonza saluda y busca su auto en algún estacionamiento de BsAs. (acá se me pierden los hilos de la historia, auto? subte? lugar geográfico), no importa.. antes de volverse ve una pequeña librería de libros usados, ya es tarde, son casi las 8. La chica le dice "Pase, lo estábamos esperando antes de cerrar". ¿Usted viene a buscar este libro?, Sí, responde Gonza, sin saber muy bien qué estaba haciendo. "Son $40". Gonza sale con un libro envuelto y no sabe qué habrá adentro. Lo abre, es, como las leyes de la ficción lo requieren, una novela de Juan Forn. Aquí la lengua de Gonza se vuelve más literaria aún y nos dice "paré en la gasolinería, no podía agunatar las ganas de leer. Pedí un café y me terminé ahí mismo la novela".