lunes, 30 de noviembre de 2009

November Rain-


Muestra Ambulante bajo la lluvia. techo de paraguas, casa transparente.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Hay, al principio, algo?



La mujer fue a morir al bosque de lengas. Había escrito tres cartas, había alimentado al gato por última vez, había, como quién dice, dejado las cuentas al día y ahora iba a morir. Caminó abrigada con su pullover rojo mientras fumaba. Se acordó por uno momento de Claudia y del resto de los compañeros, a esa hora estarían esperándola para ir a marchar, se asombrarían de que no llegara a tiempo y la seguirían esperando todavía después, durante la marcha, y aún después cuando corrieran hasta la casa del Cata a comer una picada.

Hay algunas puertas y un tobogán. Brunelda canta con la boca cerrada como si estuviera amasando un pez en el interior de su boca. Los dientes tocan sin lastimar la piel recién nacida del pez, Brunelda lo siente brillar en la oscuridad y lo deja salir a regañadientes. Después se come las uñas y se toca los tobillos.
Hay, quizás, dos personas asomadas al balcón, o nada. es decir, hay un nacimiento pero es tan insignificante que es más sensato decir que no hay nada. Pero, sin embargo, y aunque me demore muchas escaleras y esté estando o no durante los escalones, hay, punzante, una polilla muerta y una libélula gorda que contradice descaradamente la esencia de las libélulas.
entonces, un nacimiento y la pared interrumpida por la polilla. polvo sobre su cuerpo alado y más abajo dos pares de zapatos. a esa hora siempre entra el sol. Brunelda puede estar amasando peces durante horas. ella lo sabe. Cristian, por otro lado, modela ardillas soeces que se comen los tobillos de Brunelda, y por eso la pobre se los vigila, a ver si ya le crecieron.
hay, como algunos creen, un orden cotidiano de comidas, pis, sueño, charlas, lecturas, malas lecturas, desmemorias, un orden de pequeños encuentros, y en el fondo punzante la polilla que a veces es roja pero también muerta y pared.

Hay, eso sí, siempre hay ventanas a las siete de la tarde. Cada ventana tiene un corazón desconocido atado en una lámpara y alrededor algunas bocas y algunos brazos. Sería tan fácil sentarse y aceptar el vaso de gaseosa o jugo, las galletitas sólo si no es molestia. Sería fácil desentrañar los adornos y los souvenirs, o los libros, quizás sería mejor si no hubiera techo ni papel higiénico, aún así, o ir conociendo los meollos de la tía Teresa y de Patricia. El aborto. Juan y su manía de masturbarse antes de que lleguen la abuela y la prima. Mirar una ventana a las siete u ocho de la noche sería como meter la mano en agua tibia e ir entrando de a poco con todo el cuerpo, abrir un ojo y después el otro, y que no importe que de las lámparas no quede corazón, sino tan sólo un par de nervios, algunas venas, un trozo de pan con mermelada, el interior de una mandarina.

Se sentó al borde de un árbol y miró hacia arriba. La copa verde empezaba a llenarse de sol. Amanecía. Más lejos pasaban las ovejas salvajes con la lana hasta el piso. Se llevó a la boca el cigarrillo y le dio la última pitada. Empezaría a morir quizás cuando llegaran las ardillas y los peces de Brunelda.
Sus amigos se darían cuenta unos días después y llegarían los parientes desde lejos, aseverando cosas sin saber, o quizás, amasarían sapos y renacuajos en silencio.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

la casa verde







La isla se iba dibujando de forma precisa sobre la geografía.
Todos habían acudido como si se tratara de un requisito de su especie: los pájaros y los helechos, las magnolias y la mujer de piedra, la tierra olorosa y la madreselva.
Después llegamos nosotros y los abejorros. Las tumbas y la noche.
La isla se despegó del río, escuchábamos las voces de los chimangos y el crujido de las bolsas. Los hongos de plata tamborilearon la tierra y estuvimos en Brasil o regresando a una ciudad durante la noche. La isla se pobló de lengas -el árbol de tronco blanco y copa fosforescente- y antes o después los paisajes engañosos de Sasall.
y ahora, ¿Dónde estará la isla?

viernes, 13 de noviembre de 2009

with(out)

El hombre estaba sentado en el sillón verde. Hablaba pero miraba hacia adentro, como si buscara algo en su propio cuerpo. Le contó a la mujer el sueño que había tenido: “mi casa se empezaba a llenar de arañas, había de varios tamaños, algunas ni siquiera me asustaban, al principio, sin embargo, después no podía dejar de pensar que estaban allí, saberlo me hacía mal. Eran grises y hasta parecían de juguete, eran arañas construidas de hilos, estaban como tejidas, pero yo sabía que estaban increíblemente vivas. Algunas se escondían detrás de la puertita de la correa de la persiana. Otras habitaban más cerca del suelo, inmóviles pero atentas. Había gente que entraba y salía de mi casa pero yo no podía prestarles atención, y tampoco podía matar a las arañas porque me imaginaba que al hacerlo explotarían y se desharían en una materia entre viscosa y dura –los hilos?- y esa imagen me causaba mucha repugnancia.”
El hombre calló. La sala de espera se llenó de silencio. La mujer, que lo había estado mirando todo el tiempo –porque era fácil mirar a alguien que no la miraba, que sólo miraba hacia adentro, era fácil seguir el movimiento de sus párpados, el tic involuntario de sus dedos, la crispación de sus manos- comenzó a besarle el brazo. Lo hacía rigurosamente, como si cada punto de beso debiera ser preciso y contundente. Sin embargo cada punto se unía con el otro a través de un movimiento de ligazón que hacia la mujer, un movimiento extraño que involucraba sus labios y su pelo rojo. El hombre le miraba la cabeza y el costado de su cara, desde allí podía sentir su olor, que al principio no le había gustado porque era como si estuviera saturado de duraznos y cítricos. Un perfume de verano o de primavera –un perfume liviano y fresco, habría dicho su hermana, imitando los anuncios publicitarios- que en el cuerpo de la mujer parecían espesarse y madurar. Cerró sus ojos y cada beso fue como parte de una lluvia seca. Se sintió aliviado.
Más lejos dos señores, que parecían mellizos, esperaban su turno. La señora de la esquina leía una de las revistas que habían dejado en la mesita del costado. Era una de esas revistas viejas, de sociales y moda, de recetas y horóscopos. Le conmovió que la mujer leyera con ansias el horóscopo viejo y después pensó que eso quizás no fuera tan diferente a leer las noticias del día. La mujer pelirroja seguía besándolo, el cuello del hombre estaba dibujado con surcos apenas más oscuros que la piel. De la misma forma, lejana y precisa, ella siguió atando los nudos. Él sabía que tarde o temprano los llamarían, pero todavía había tiempo, los mellizos habían llegado primero. Él tenía el número 84, se preguntó qué número tendría ella. A lo lejos se escuchaban las cotorritas y entraba un aire de campo.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Lenine - A Mancha.

sigue la música, la burbuja de música. una forma del equilibrio, otra forma de gritar.

martes, 10 de noviembre de 2009

WILCO - YOU ARE MY FACE

Norah jugaba a meterse en el perfil de las personas. Entraba en las narices y en los pómulos a fuerza de contraerse o estirarse, adopataba las posturas más insólitas y soplaba con la toda la fuerza de sus pulmones para barrer ojos y pestañas. La cara de las señoras quedaba dislocada. Norah se quedaba dormida en las bolsas debajo de los ojos, a veces se asfixiaba porque algunas caras eran demasiado reducidas.
Yo la he sentido a veces metida en mi cara, y he remedado sus gestos como si no termináramos de despegarnos.

lunes, 9 de noviembre de 2009

both



puede que de vanguardias sepa muy poco, manifiesto antropófago y Tarsila do Amaral, puede que titubee a la hora de dar ciertas respuestas, pero he probado la flor de la madreselva.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Seu Jorge - America Do Norte (Live in Belfast, Part 1 of 2)

La ciudad de las diagonales, de las medialunas (y recientemente, la ciudad de los tomates) se camina diferente con música.

lunes, 2 de noviembre de 2009



explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome
(Pizarnik- Árbol de Diana-)

y decir por primera vez, de chica tuve como mascota a un caracol
me dejó su huella de baba por la pared
se murió al otro día
a pesar de la caja-casita

o decir que solía treparme a los árboles y que amaba las arañas grises y veloces.

o decir que el flequillo nos queda bien. a nosotras, las Cecilias.

y no conocer a nadie. o hablar en otro idioma.