domingo, 18 de septiembre de 2011

despiste en tiempo y espacio

Pili me lee lo siguiente:
"Lo mismo ocurre, seguramente, cuando uno va viajando sin pararse por la vida. Las referencias se alejan como los árboles a los costados del coche que va corriendo por la autopista y, sin que nos demos cuenta, la velocidad del tiempo se acelera y aumenta de manera paralela a la de nuestra propia vida. Pero un día nos paramos, como el viajero que se detiene a contemplar el paisaje al borde de la autopista, y entonces nos damos cuenta del trayecto que hemos hecho y de las cosas que hemos perdido y nos invade de golpe todo ese vértigo que, mientras nosotros también corríamos, no habíamos advertido: el vértigo del tiempo y el del paisaje, que huyen." Julio Llamazares- Escenas de cine mudo

me vuelven a asaltar las mismas preguntas/constataciones
Hace ya un año que...?
Hace casi tres que ( )?
ocho años de lo otro?
vértigo al despertarse y al filo de la siesta por la que se desciende
vértigo de los días
en el medio, que al menos haya cosas que pesen y desplacen aire

jueves, 15 de septiembre de 2011

SUENA + MÚSICA este Viernes!



Mañana viernes unos amigos inauguran la Muestra "Aproximación al espacio" en Vendrás alguna vez (2 n 1029 e/ 53 y 54). Además tocarán unos amigos de La Pampa, Cucu Howes y Fernando Baes, y oriundo de La Plata, el Rulo Pereyra. Habrá vinito y cosas ricas para picar!

sábado, 10 de septiembre de 2011

El último de los cinco tiempos

Viene de acá.

5.
A esta hora uno pierde las esperanzas. A las tres o a las cuatro de la mañana todavía se puede tensar el hilo hacia el otro día, queda espacio de noche porque todavía la luz es azul y se oyen los sonidos de la ciudad que duerme. Hasta las 4 de la mañana, máximo hasta las cuatro y media, uno puede tener confianza y creer que va a poder conciliar el sueño, porque aún se está de este lado del día, aún se está en el día anterior, pero pasada esa hora, se vuelve hasta ocioso dormirse, y es cuestión de que el cielo comience a clarear para que uno se sienta un completo idiota. Sin embargo me resisto a incorporarme al día, no me voy a servir un vaso de agua, no voy a prender la televisión, no voy a leer ni a escribir, no voy a consumar la venganza de llamar a Taveira en plena noche, no voy a forzar el recuerdo de cosas inútiles ni voy a fumar. Me voy a mantener así, espero que sin acalambrarme, atento al movimiento del abdomen y voy a borrar, a fuerza de tanto mirar, las cosas de esta habitación. Empezaré por la estantería que ahora comienza a dibujarse un poco más claramente, mal alumbrada por la primera luz fría del amanecer, y cuando no quede más nada me voy a levantar, voy a cancelar mi compromiso con el tío de Fernando, voy a romper la lista de compras que dejó María y empezaré a extraer, uno a uno, los mil dientes de Auxilio, y en cada diente habrá un ojo o la imagen de un ojo que bulle y desaparece, y cuando llegue al último, podré dormir.

martes, 6 de septiembre de 2011

4.Mañana

Viene de acá.

“Mañana”. La palabra comienza a tornarse nociva. El mañana debería construirse de golpe a las 8 o 9, después del sueño, cuando ha habido noche o al menos sensación de haber dormido. Pienso en las actividades de mañana y me imagino escribiéndolas en un cuadernito. Responder los mails, terminar la escultura de Auxilio Lacouture, traducir la lista de compras que dejó María, acompañar al tío de Fernando al aeropuerto. Pienso, debería leer para que sobrevenga el sueño, porque de hecho, hay una parte de mí que ya está dormida, la espalda y las sienes, la piel blanda de atrás de las rodillas y los talones, sin embargo, otras partes del cuerpo me impulsan hacia arriba. Me impongo un tema para dormirme. Mañana debería terminar de pulir las partes sobresalientes del cuerpo de Auxilio. La hice con sus piernas levantadas sobre el inodoro, y los calzones bajos, aferrada al libro de poesías de Pedro Garfias, absorta en el ruido de las botas del soldado que se acercaba al wáter en el que ella permanecía, escondida, pero a la vez, desafiante, protegiendo, como ella decía, como decía Bolaño, el último reducto de la autonomía de la UNAM. A ella con su pelo corto de escocesa o de navegante, la hice con la boca cerrada. En ese momento Auxilio todavía conservaba sus dientes, sólo más tarde los iría perdiendo y ganaría en cambio la costumbre de taparse la boca para hablar o sonreir.
A decir verdad, creo que nos separamos en el momento adecuado. Ella era buena como modelo para mi escultura de Auxilio Lacouture, parecida físicamente a como yo me imaginaba al personaje, quizás levemente diferente la estatura y el pelo, más expresiva, pero con la misma contextura física y el mismo aire voluntarioso y un poco frenético, no de poemas en su caso, más bien de excavaciones y viajes, pero igual en la constancia y la resistencia frente al absurdo. Las sesiones de modelaje eran largas, la hacía sostener el libro con la bombacha esposándole los tobillos, y ella aprovechaba a leer de verdad, y aunque se cansaba bastante rápido porque la posición era incómoda, siempre lograba volver a colocarse de la misma manera en la que estaba, con los codos un poco abiertos, casi como si pensara en cobrar vuelo, los talones levemente levantados, las rodillas hacia afuera, apuntando cada una hacia lados opuestos, y la cabeza baja, pero lo suficiente como para verla, atenta al libro. Mañana terminaré la escultura de Auxilio y además de pulir el brazo izquierdo debería introducir, ahora que ya ha terminado todo, el tiempo futuro en el que Auxilio pierde sus dientes. Debería poder señalarle al espectador que en su boca cerrada está el tiempo del hueco. A Irene le hubiera producido risa esa idea, me hubiera desafiado con la parte de su racionalismo más exigente. ¿Cómo vas a indicar que el personaje perdió sus dientes si la hiciste con la boca cerrada? Pero Auxilio me comprendería. Auxilio me comprenderá y mañana me abrirá su boca con una sonrisa para que yo extraiga de ella, no sólo sus cuatro dientes, no sólo el parecido del rostro de Irene, sino cualquier futuro, porque todas las veces que diga “mañana” mientras orina o lee en el water de la facultad de filosofía y letras de la UNAM, todos los mañanas ya habrán caído estrepitosamente por el hueco de su boca.

lunes, 5 de septiembre de 2011

3.La serie


Viene de acá

Ayer Taveira me decía: los durmientes de Bacon sí que saben dormir. Los hijos de puta están atravesados por el sueño, desgajados del mundo (esto no lo decía Taveira, lo digo o lo traduzco yo). El tipo pintó la violencia del dormir, debió haber usado como modelo a tipos extenuados de laburo. Les habrá pedido que durmieran mientras él los pintaba, como le pedía a esos chicos con problemas motrices que se arrastraran, para captar la miseria o la fragmentación. Y Taveira terminaba su crítica de pintura con una frase rutilante “Bacon no debió haber sufrido de insomnio”. Yo no sé, miro la serie de los durmientes y me parece que esos hombres no descansan. Me parece que en cada músculo desfasado, que en cada pincelada parcial, hay un ojo despierto y alucinado reviviendo el día, terriblemente asustado. Me parece que lo que Bacon pinta no es el dormir sino el terror del sueño y la imposibilidad absoluta del descanso, y pienso que Bacon debió haber sido un insomne y es más, un insomne voluntario y metódico de la vigilia. Pero yo, que no soy Bacon, aunque por momentos tenga la misma cara de loco o de desgraciado, quisiera si fuera posible, dormir, y apagar, aunque sea por unas horas, el recuerdo.