lunes, 14 de diciembre de 2009

papa vs zanahoria

Convengamos en que la papa y la zanahoria son dos de los mejores inventos de la humanidad, todo esto porque gracia’dio no lo inventó la humanidad, pero hete aquí que ambas son extremadamente competitivas y quieren tener el primer puesto.. así que acá va la competencia del año, los insto a participar con criterio y seriedad:


ventajas de la papa-es multifacética, se puede hacer puré, papas fritas, papas rellenas, papa hervida (buu), es parte central de la ensalada rusa, se entromete en las empanadas ¿salteñas?, bonaerenses?, papas nuacet, pastel de papa...
- de la papa salen –bastante rápidamente- brotes maravillosos (aunque esto tb puede contarse como desventaja…)
- es relativamente fácil de pelar.
- los papines son divertidos.
- hay papa todo el año y papa para todos los gustos. -participó de la Muestra Ambulante… “papa negra”



desventajas de la papa-es muy sucia, le encanta revolcarse en el barro.
- no tiene ningún dibujito animado que la promocione.




ventajas de la zanahoria- también es multifacética, zanahorias fritas, rallada, en la ensalada rusa, en salsas, en múltiples ensaladas, como bastoncitos para probar distintas preparaciones.
- Bugs bunny la popularizó allá por los ’40.
- se puede comer cruda mientras se prepara el resto de la comida.
- es muy fácil de lavar-pelar
-hay zanahoria para todo el año



desventajas de la zanahoria
-No participó de la Muestra Ambulante.

domingo, 13 de diciembre de 2009

primera foto

Habían visto al hombre tirado sobre la paresita de piedra. Algunos pensaron que estaba muerto, otros supusieron que estaba dormido. Mauro y Celina habían mirado el cielo junto al hombre y lo sintieron como si estuviera descansado sobre un mar de nubes grises y blancas, un cielo abierto y profundo sobre el cuerpo del hombre, un hombre agotado y dormido flotando sobre el mar. Después habían permanecido callados durante el resto del viaje, adormecidos por el vaivén del auto. Jugaban a cerrar los ojos y a despertar en otros lugares, transformaban los ruidos del motor y de la radio en sonidos conocidos. Alguien habló de carreras de caballos y de ir al hipódromo, y fue como si volvieran de quién sabe dónde. Luis siempre hablaba de caballos aunque jamás se hubiera subido a ninguno. Cuando era chico y su mamá lo llevaba al dentista esperaban en una salita empapelada de verde en la que había un cuadro –un óleo, decía su mamá- en el que se veían tres caballos galopando sobre una especie de humo sobrenatural. Luis se lo quedaba mirando extasiado y pensaba que los animales podrían salirse del cuadro, los miraba como si se tratara de animales fabulosos, eran pura potencia, eran la energía hecha cuerpo, animales puros e inaprensibles, nadie jamás hablaría el lenguaje de los caballos aunque los domaran. -Ese hombre, dijo Luis, dormía como hubiera dormido un caballo antes de una tormenta. Todos rieron ante la idea pero Gabriel dijo que podía ser, que quizás compartieran el agotamiento y la pesadez. Celina discrepó, para ella el hombre era liviano, no pesaba nada, y si le hubieran sacado las zapatillas y la campera se hubiera desvanecido. Todos se rieron nuevamente. –era un tipo, como miles de otros linyeras que duermen donde pueden, un pobre tipo, déjenlo en paz, dijo Enrique.
Las piernas de Celina empezaron a incendiarse. El sol entraba en las rodillas y lo iba secando todo. Mauro sentía gusto a nafta en la garganta, Gabriel se ahogaba con hilos viejos y unas lámparas. Enrique repetía una sola frase en su cabeza “esto no es lluvia”, “esto no es lluvia” y manejaba con el entrecejo fruncido. Todo sería más fácil si tuviéramos una casa, dijo por fin Luis, con un patiecito y una parrillita para el asado, o bueno, como sea. Enrique lo miró como recriminándole que no le fuera suficiente con la casa de su tía, pero se le vino a la cabeza la imagen de la pava quemada y del garaje convertido en el lugar de todo todo lo que estuviera dando vueltas.
Celina lo miró a Mauro y le dibujó una bicicleta en la espalda, como antes. Él sonrió y le apretó por unos segundos la mano. Tenía los nudillos como hundidos y las uñas sucias.
Luis cantó en “su” inglés una canción mientras Mauro arreglaba el mate. Tenían que parar a cargar gas y de paso iban al baño y compraban algo para tirar hasta que llegaran. A esa hora de la noche, si alguien los hubiera visto desde lejos, habrían parecido manchas con ruido, azules y blancas, algunas marrones, moviéndose con gestos rápidos y largando un humo breve cuando hablaban, de puro frío.
-Agotado, había dicho Mauro al subir al auto, la mancha azul de campera de gimnasia, agotado como el caballo de Luisito, flotando sobre el mar y quien sabe, quizás ya estuviera tragando helechos y bichos, con el vientre hinchado y las manos celestes, o durmiendo, como decía Celina, sobre el mar de nubes grises, descansando del mundo y de ellos y vacío hasta la última pestaña.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Moany Boni

y más recuerdos.
el sillón en la casa de la abuela.
las tardes interminables y el café con leche,
el pan con lluvia de azúcar.
el trajinar de Tito y Margarita.

Mr. Go (Casa de campaña)

Se acuerdan de Mr. Go y su perrito?
Gracias Pau por hacerme acordar... pensaba que la bolita-perro era azul, recordaba el lenguaje enrevesado y maldiciente, y qué ganas de hablar asi algunas veces... wishu wishu wishuuu...
como dicen los murgueros "los recuerdos, muchachos, los recuerdos"

martes, 8 de diciembre de 2009

after all


conviven distintas escenas: la plaza en el predio del viejo Teatro; la escena de la película, argentina, en que un grupo de amigos se detiene para cargar nafta y la chica escucha por casualidad la conversación que mantienen un par de ladrones, uno de los tipos mea mientras el otro se ajusta los cordones de las zapatillas, hablan de efectividad y rapidez, pero todo suena falso; una tarde en el bosque; un mediodía en el lago, bajo los eucaliptos, cuando todavía era posible disfrazarse de caperucita roja y verlos juntos, aunque también eso tuviera un principio de falsedad o de desmoronamiento; la fuente con las venecitas, y de dónde vendrá tanta agua y siempre tan distinta si esta lluvia no es lluvia, pensaría Carmen mientras le acariciaba la espalda a Jorge, de dónde vendría, la puta que lo parió, tanta agua, que hasta se pudren la valija y el perrito.
Un boulevard, el río y el puente Nuevo, los perros negros y la cancha de fútbol, una película franco-alemana habitada por japoneses, un camino de árboles casi sin casas, en el límite de la ciudad; el otro límite de la ciudad, el comienzo de las vacas y del silencio. La calle San Martín, las plazas, el camino de Centenario, un caballo recortado por el sol, la prefiguración erótica de Nadie nada nunca, el cubrecamas escocés, el topo Gigio de goma, el amanecer frío y naranja.

domingo, 6 de diciembre de 2009

último día de la Muestra Ambulante






Ayer fue el cierre de la Muestra Ambulante! Hubo personajes viajeros y disparatados, dibujos en la paredes, videos de infancia en super 8, música, un cadáver exquisito en Ocampo, amigos.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Velha Infancia Tribalistas

Música que sonó ayer durante la presentación del libro (Gracias Vale, Pablito y Mari).

martes, 1 de diciembre de 2009

UNA BALADA AL CIELO



Miércoles a las 21:00 hs en La Grieta presentamos UNA BALADA AL CIELO, libro que hicimos con los amigos de los talleres de arte y literatura. Salido quién sabe de qué vericuetos de Carson Mc Cullers y la canción sentimental, de Singer y la dama gigante, fue a parar a la mesa de los literatos... y así como iban saliendo cuentos y relatos, prosas cuasi-poéticas y ocurrencias fantásticas (en alguno de los sentidos de la palabra), nosotros dibujábamos como para continuar el diálogo... y a la pelota de palabras y de imágenes le sumamos este miércoles música y proyecciones, más textos que no entraron en la publicación y quizás quizás una comida exquisita llamada "piadinas" (que son como tacos pero italianizados... con verdura, queso y pollo), todo esto en el marco de la delirante y ambulante Muestra!
Los esperamos!

lunes, 30 de noviembre de 2009

November Rain-


Muestra Ambulante bajo la lluvia. techo de paraguas, casa transparente.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Hay, al principio, algo?



La mujer fue a morir al bosque de lengas. Había escrito tres cartas, había alimentado al gato por última vez, había, como quién dice, dejado las cuentas al día y ahora iba a morir. Caminó abrigada con su pullover rojo mientras fumaba. Se acordó por uno momento de Claudia y del resto de los compañeros, a esa hora estarían esperándola para ir a marchar, se asombrarían de que no llegara a tiempo y la seguirían esperando todavía después, durante la marcha, y aún después cuando corrieran hasta la casa del Cata a comer una picada.

Hay algunas puertas y un tobogán. Brunelda canta con la boca cerrada como si estuviera amasando un pez en el interior de su boca. Los dientes tocan sin lastimar la piel recién nacida del pez, Brunelda lo siente brillar en la oscuridad y lo deja salir a regañadientes. Después se come las uñas y se toca los tobillos.
Hay, quizás, dos personas asomadas al balcón, o nada. es decir, hay un nacimiento pero es tan insignificante que es más sensato decir que no hay nada. Pero, sin embargo, y aunque me demore muchas escaleras y esté estando o no durante los escalones, hay, punzante, una polilla muerta y una libélula gorda que contradice descaradamente la esencia de las libélulas.
entonces, un nacimiento y la pared interrumpida por la polilla. polvo sobre su cuerpo alado y más abajo dos pares de zapatos. a esa hora siempre entra el sol. Brunelda puede estar amasando peces durante horas. ella lo sabe. Cristian, por otro lado, modela ardillas soeces que se comen los tobillos de Brunelda, y por eso la pobre se los vigila, a ver si ya le crecieron.
hay, como algunos creen, un orden cotidiano de comidas, pis, sueño, charlas, lecturas, malas lecturas, desmemorias, un orden de pequeños encuentros, y en el fondo punzante la polilla que a veces es roja pero también muerta y pared.

Hay, eso sí, siempre hay ventanas a las siete de la tarde. Cada ventana tiene un corazón desconocido atado en una lámpara y alrededor algunas bocas y algunos brazos. Sería tan fácil sentarse y aceptar el vaso de gaseosa o jugo, las galletitas sólo si no es molestia. Sería fácil desentrañar los adornos y los souvenirs, o los libros, quizás sería mejor si no hubiera techo ni papel higiénico, aún así, o ir conociendo los meollos de la tía Teresa y de Patricia. El aborto. Juan y su manía de masturbarse antes de que lleguen la abuela y la prima. Mirar una ventana a las siete u ocho de la noche sería como meter la mano en agua tibia e ir entrando de a poco con todo el cuerpo, abrir un ojo y después el otro, y que no importe que de las lámparas no quede corazón, sino tan sólo un par de nervios, algunas venas, un trozo de pan con mermelada, el interior de una mandarina.

Se sentó al borde de un árbol y miró hacia arriba. La copa verde empezaba a llenarse de sol. Amanecía. Más lejos pasaban las ovejas salvajes con la lana hasta el piso. Se llevó a la boca el cigarrillo y le dio la última pitada. Empezaría a morir quizás cuando llegaran las ardillas y los peces de Brunelda.
Sus amigos se darían cuenta unos días después y llegarían los parientes desde lejos, aseverando cosas sin saber, o quizás, amasarían sapos y renacuajos en silencio.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

la casa verde







La isla se iba dibujando de forma precisa sobre la geografía.
Todos habían acudido como si se tratara de un requisito de su especie: los pájaros y los helechos, las magnolias y la mujer de piedra, la tierra olorosa y la madreselva.
Después llegamos nosotros y los abejorros. Las tumbas y la noche.
La isla se despegó del río, escuchábamos las voces de los chimangos y el crujido de las bolsas. Los hongos de plata tamborilearon la tierra y estuvimos en Brasil o regresando a una ciudad durante la noche. La isla se pobló de lengas -el árbol de tronco blanco y copa fosforescente- y antes o después los paisajes engañosos de Sasall.
y ahora, ¿Dónde estará la isla?

viernes, 13 de noviembre de 2009

with(out)

El hombre estaba sentado en el sillón verde. Hablaba pero miraba hacia adentro, como si buscara algo en su propio cuerpo. Le contó a la mujer el sueño que había tenido: “mi casa se empezaba a llenar de arañas, había de varios tamaños, algunas ni siquiera me asustaban, al principio, sin embargo, después no podía dejar de pensar que estaban allí, saberlo me hacía mal. Eran grises y hasta parecían de juguete, eran arañas construidas de hilos, estaban como tejidas, pero yo sabía que estaban increíblemente vivas. Algunas se escondían detrás de la puertita de la correa de la persiana. Otras habitaban más cerca del suelo, inmóviles pero atentas. Había gente que entraba y salía de mi casa pero yo no podía prestarles atención, y tampoco podía matar a las arañas porque me imaginaba que al hacerlo explotarían y se desharían en una materia entre viscosa y dura –los hilos?- y esa imagen me causaba mucha repugnancia.”
El hombre calló. La sala de espera se llenó de silencio. La mujer, que lo había estado mirando todo el tiempo –porque era fácil mirar a alguien que no la miraba, que sólo miraba hacia adentro, era fácil seguir el movimiento de sus párpados, el tic involuntario de sus dedos, la crispación de sus manos- comenzó a besarle el brazo. Lo hacía rigurosamente, como si cada punto de beso debiera ser preciso y contundente. Sin embargo cada punto se unía con el otro a través de un movimiento de ligazón que hacia la mujer, un movimiento extraño que involucraba sus labios y su pelo rojo. El hombre le miraba la cabeza y el costado de su cara, desde allí podía sentir su olor, que al principio no le había gustado porque era como si estuviera saturado de duraznos y cítricos. Un perfume de verano o de primavera –un perfume liviano y fresco, habría dicho su hermana, imitando los anuncios publicitarios- que en el cuerpo de la mujer parecían espesarse y madurar. Cerró sus ojos y cada beso fue como parte de una lluvia seca. Se sintió aliviado.
Más lejos dos señores, que parecían mellizos, esperaban su turno. La señora de la esquina leía una de las revistas que habían dejado en la mesita del costado. Era una de esas revistas viejas, de sociales y moda, de recetas y horóscopos. Le conmovió que la mujer leyera con ansias el horóscopo viejo y después pensó que eso quizás no fuera tan diferente a leer las noticias del día. La mujer pelirroja seguía besándolo, el cuello del hombre estaba dibujado con surcos apenas más oscuros que la piel. De la misma forma, lejana y precisa, ella siguió atando los nudos. Él sabía que tarde o temprano los llamarían, pero todavía había tiempo, los mellizos habían llegado primero. Él tenía el número 84, se preguntó qué número tendría ella. A lo lejos se escuchaban las cotorritas y entraba un aire de campo.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Lenine - A Mancha.

sigue la música, la burbuja de música. una forma del equilibrio, otra forma de gritar.

martes, 10 de noviembre de 2009

WILCO - YOU ARE MY FACE

Norah jugaba a meterse en el perfil de las personas. Entraba en las narices y en los pómulos a fuerza de contraerse o estirarse, adopataba las posturas más insólitas y soplaba con la toda la fuerza de sus pulmones para barrer ojos y pestañas. La cara de las señoras quedaba dislocada. Norah se quedaba dormida en las bolsas debajo de los ojos, a veces se asfixiaba porque algunas caras eran demasiado reducidas.
Yo la he sentido a veces metida en mi cara, y he remedado sus gestos como si no termináramos de despegarnos.

lunes, 9 de noviembre de 2009

both



puede que de vanguardias sepa muy poco, manifiesto antropófago y Tarsila do Amaral, puede que titubee a la hora de dar ciertas respuestas, pero he probado la flor de la madreselva.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Seu Jorge - America Do Norte (Live in Belfast, Part 1 of 2)

La ciudad de las diagonales, de las medialunas (y recientemente, la ciudad de los tomates) se camina diferente con música.

lunes, 2 de noviembre de 2009



explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome
(Pizarnik- Árbol de Diana-)

y decir por primera vez, de chica tuve como mascota a un caracol
me dejó su huella de baba por la pared
se murió al otro día
a pesar de la caja-casita

o decir que solía treparme a los árboles y que amaba las arañas grises y veloces.

o decir que el flequillo nos queda bien. a nosotras, las Cecilias.

y no conocer a nadie. o hablar en otro idioma.

viernes, 30 de octubre de 2009

Rosario

en Islas vivía Doña Hortensia, una chilena que vino y se enamoró del paisaje, del Paraná y de Don Eustaquio. Hacía dulces de margandlia y la gente hacía cola para comprárselo. Cada frasco de dulce era liviano aunque la margandlia fuera espesa y oscura. Hortensia les sonreía con media cara y antes de desprenderse del dulce repetía el mismo ademán de reparo, se tocaba el delantal con las yemas de los dedos y pronunciaba una frase bajita, casi como un murmullo.

hermoso hermoso Rosario. la escuelita. el Paranà. ahora sì, amanece y está con los ojos abiertos.

domingo, 25 de octubre de 2009

66

con Irene pensábamos, hoy cuando volvíamos caminando por Parque Saavedra.. qué bueno que durante la noche habitara el parque una fauna pequeña.. monitos sobre las palmeras, topos, liebres y armadillos. Y las copas de los árboles se iluminaban con el verde artificial de los faroles.
que durante la noche fueran apareciendo como si respondieran a un llamado sutil. pensamos que era preferible una fauna de animales pequeños porque los grandes traerían incovenientes: si al caminar tranquilamente por la avenida 66 uno se encuentra con una cacería zebra/león...o un elefante se baña en el lago del bosque...
los sapos y los murciélagos nos desdeñaron, los olvidábamos como si su presencia conocida nos dejara indiferentes.
Irene recordó los conejos que había visto en el sur, sus sombras proyectadas sobre la carpa.después seguimos caminando en silencio. Creo que nos espiaba el primer monito.

jueves, 22 de octubre de 2009

casa de inquilinos

Irene se afirma sobre la puerta con todo el peso de su cuerpo, la sostiene y la levanta unos centímetros para evitar el mínimo ruido. Antes de pasar a la sala asoma la cabeza y mira, luego, sin soltar el borde de madera, pasa el resto del cuerpo y cierra cuidadosamente.
Hemos tomado tantas precauciones.
Yo lavo los platos casi en seco y recién los enjuago al final, cada movimiento es preciso. El agua y la espuma se agotan en la medida justa. Coloco los cubiertos uno por uno en la escurridera y seco las ollas con cuidado de que no se me caigan.
Cada una tiene su manera y nos hemos ido acostumbrando.
Adela, por ejemplo, se desliza sin levantar los pies y nos habla casi en susurros.
La abuela piensa que somos inquilinas y nos atormenta con tangos de los ’30. Los vocifera mientras pela rabanitos o teje “echarpes” que no nos sirven ahora que es verano. Le decimos simplemente “Doña Esther” y ella asiente con gesto de reina y nos pregunta cuándo le pagaremos. De nada sirven los mimos ni los regalos, las fotos familiares o la presencia de los primos más chicos. Esther regentea la casa y se queda mirando horas frente a la ventana de cristal amarillo. Desde lejos oigo que vuelve montada en su caballito gris, envuelta en una manta roja que le ha tejido la vecina. Vuelve atemorizada por los perros y me confiesa que ha robado unas zanahorias muy tiernas y se las ha comido como un conejo. Me lo cuenta y se ríe antes de desaparecer. Reconocemos a la abuela durante esos raptos y le convidamos dulce de durazno –que ha hecho Adela hace unos días, y ha demorado tanto para evitar el más mínimo ruido-. Después retorna la reina y nos apremia para que limpiemos y guardemos el orden. Y nosotras jugamos al silencio como cuando éramos chicas y pensábamos que existía un gigante de oído finísimo que nos comería si hacíamos barullo a la hora de la siesta.

jueves, 15 de octubre de 2009

Entre Ríos

Para Car, Pili y Rochi

Si en media hora sale un globo amarillo con dos perros surrealistas y un loro, también es posible que el pájaro se materialice y juegue a las correspondencias, o que la gente nos salude por la calle como si fuéramos marineros; también son posibles las flores y los sótanos con olor a queso, los barquitos con nombre, las inundaciones.
Si en media hora sale un globo amarillo, que me lleve y me devuelva tarde, que me lance por ahí a la orilla de un fuego o de una ventana, en la mitad del día o en algún mercado, y mejor si nadie me conoce y puedo jugar a cambiarme de nombre, ser Anastasia o Ema, trepar a los árboles, quedarme junto al río y mejor, que no me devuelva.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Siguen los ríos


Antes el río ordenaba el tiempo...el río y Simona. Su forma de dirigirse hacia el agua para lavar la ropa, sus horas de baño y de lectura; también la piedra gris como un reloj cóncavo y espeso. Si el río cubría casi toda la piedra, era verano sobre el pueblo. La piedra recibía su tormenta particular y soportaba el rayo minúsculo de la luz de luna. Llegaban los sapos y Simona se apostaba esperando a los duendes o a las ánimas.
En invierno el río se retrotraía y dejaba la piedra desnuda. A veces Pedro se acostaba sobre la piedra para escuchar su rumor. Sin embargo un día el río dejó de venir y a pesar del verano y de Simona lo vimos alejarse plagado de culebritas. Les echamos la culpa "Ellas se han llevado el río". Las viejas decían que las culebritas eran ambiciosas. Ese año suspendimos la fiesta de la mazamorra, que siempre habíamos hecho a sus orrillas, y nos juntamos en la casa de Daniel para contarnos la fiesta pasada. Pero el río no volvió y era una vergüenza ver a la piedra tan desnuda. Le adivinábamos su fondo de barro y arena. Comenzamos a sospechar de la piedra, no sería más que un caparazón de granito:adentro, puro tembladeral.
El reloj se descompaginó, sin la piedra y sin el río tampoco llegaba Simona. Ya nada nos anunciaba el paso de la mañana a la tarde porque ella se había recluido en su casa y la veíamos a veces, muy de vez en cuando, como si anduviera dormida.

Sobre la huella del río han quedado los pasos de las ánimas,nosotros casi evitamos su camino, aunque vuelva el río, ya no lo queremos.

lunes, 5 de octubre de 2009

saberse

Mientras cargábamos el barco nos mirábamos con tristeza. sabiendo. y era como si ya estuviéramos una en cada punta, y el río nos atravezara. por eso hablábamos tan poco y éramos tan cuidadosas. Cargábamos las frutas despacio, sosteníamos delicadamente la bolsa con el pescado fresco y antes de depositar el pan lo sopesábamos como si fuera un niño. Antes de irnos nos besamos en la mejilla.
el barquito parecía de papel y brillaba bajo la luz del mediodía.

domingo, 4 de octubre de 2009

Relato de Silvina


Equivocaciones de un colibrí...

sábado, 3 de octubre de 2009

go

N.U. (...) ¿Es un viaje escribir?
S.O. -Muchos viajes, no uno sino muchos.Los viajes más lindos, porque viajar está lleno de valijas, documentos, fechas, despedidas y todo eso tan molesto que no está en escribir. Yo nunca supe hacer valijas.

( Del libro "Encuentros con Silvina Ocampo" de Noemí Ulla)

viernes, 2 de octubre de 2009

Guitarras del Mundo

(Gracias Veroniks)

http://weblogs.clarin.com/guitarras-del-mundo/archives/cronograma/

JUEVES 8 de OCTUBRE de 2009:

LA PLATA (Provincia de Buenos Aires):
Teatro Argentino, Sala Piazzolla
21:00 hs.
Sebastian Alberto Giamberardino
(Ganador del Concurso "Pre Festival Guitarras del Mundo, sede La Plata")
Jorge Pappadopoulos
Cuarteto Pulsión
Alberto D'Alessandro
Elías Esper


DOMINGO 18 de OCTUBRE de 2009:


LA PLATA (Provincia de Buenos Aires):
Teatro Argentino, Sala Piazzolla
19:00 Entrada libre.
CIERRE GENERAL

miércoles, 30 de septiembre de 2009



Macarena se hizo en el campo. No es que haya surgido de la tierra pero sí puso sus manos al sol y bebió agua directamente de la laguna casi después de nacer.
Vivía cerca de los espinillos y los sentía como una tela dura, hecha de cortezas y habitada por arañas rudimentarias o demasiado viejas. A veces solía ir hasta el granero para oír amamantar a la gata. Se preguntaba por el destino de los gatos que no llegaban a beber la leche.
Emilio la miraba bañarse y le daba de comer -queso y peras- y a la tardecita se les acercaban los perros.

La noche en el campo era tan negra sobre la casita sencilla. Era de un silencio que crecía, acumulador de imágenes que duraban poco y eran reemplazadas por otras, vertiginosamente. El silencio era negro y absorbía la poca luz que desprendían los hongos en la tierra y las mariposas. Macarena jugaba a no pestañear y fumaba a escondidas.

Algunas veces recogía los cuerpos de los gatos en una canasta y los llevaba cerca de la laguna: eran rosados y fríos, casi perfectos con su hociquito gris y sus ojos cerrados. Siempre morían en poses de resguardo, como bebés, como a ella misma le gustaría morir, y los enterraba cerca de la laguna para que pudieran transformarse en dragones de agua dulce. Se frotaba las manos para combatir el frío. Volvía a la casita para no pestañear y así poder absorber todo el silencio antes de que llegara el día y Emilio y las gallinas.

martes, 29 de septiembre de 2009

Hoy.sol de mañana



Al llegar a la pescadería me encontré con un hornero. Estaba comiendo un pedacito de algo y se quedó revoloteando por ahí, hizo un alto en la puerta y salió volando. El señor de la pescadería nos explicó, a un hombre y a mí, que el pájaro era un amigo de la casa, tenía su nido en el edificio de enfrente y convivía con otro señor pájaro, pero que éste, a diferencia del amigo, comía por calle 6.
Después hablamos de un zorzal, que también se llegaba todas las mañanas hasta la ventana de la pescadería y solía traer a su cohorte.
así vale la pena levantarse temprano y hacer las compras

domingo, 27 de septiembre de 2009

La cuerda. I


Por fin llegaba a la cocina que había visto en el sueño. El color verde parecía ahora más gastado, pero los platos reproducían exactamente el orden que presentaban en su sueño. El perro le ladraba, desconociéndolo, pero él pudo llamarlo por su nombre. Todas las ventanas estaban abiertas y corría el aire. La mañana fresca, casi blanca y la sensación del hallazgo. Sin embargo la cocinera no estaba allí, podía escucharla desde la puerta, pero no estaba como en su sueño. La distorsión lo tranquilizó y llamó dos veces, con el aplauso característico.

Nadie podría tolerar a la mujer gorda, nadie debería desearla ni presentir el filo de sus codos sobre la pared manchada.

La mujer se volvió apresurada, decidida a espantar a cualquier visitante.
El ruido de las cotorras los mantuvo callados un momento. Todas gritaron a la vez y se desbandaron.

Ernesto había predicho la cuerda con las cotorras amarradas de sus patas, algunas todavía vivas.

¿Por qué ninguno de aquellos niños gustaba de sentir la tibieza de la cabeza verde, acariciada a contrapelo una vez vencida la primera reticencia del animal? la muerte era fundamentalmente más precisa y menos lenta, también les aseguraba la posesión.

El hombre se disculpó por la tardanza y al gesto de la cocinera pasó a la sala de espera. había mirado los platos colgados dos veces en total, y le llamaba la atención que la gente los pusiera en la pared para tener que limpiarlos con frecuencia, como si sirvieran para algo, dorados, finos, algunos burdos, como aquel del cisne, o floreados, muertos.
Había sólo dos soñadores más: el calvo y la mujer Estela. Le sorprendieron las cejas de la mujer y se culpó por juzgarla tan rápidamente, por tener esa idea de que las mujeres debían tener cejas finas, arqueadas, con rigor y dulzura a la vez, perfectas como líneas de tinta.
Las cejas de la mujer no llegaban a unirse en el medio, pero estaban como despeinadas y profusas, oscuras le daban una profundidad algo artificiosa a los párpados y terminaban sin "gracia", en una línea sinuosa que no expresaba nada. El hombre pensó divertido que las manos del calvo deberían ser de la mujer, que las habían intercambiado en su ausencia, para molestarlo. Aquellas manos huesudas y pardas no podían ser del hombre, deberían haber intercambiado cejas por manos. Él no se quiso quedar afuera y bostezó, los otros bostezaron a su vez, a modo de aceptación, y el hombre se sentó.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Mañana Sábado 26-Varietté en el Centro Cultural Olga Vazquez..

"¿Qué es una chopeada?

Una chopeada es como un recital de poesías. Una chopeada es como una varieté. Pero en realidad es una pachanga.
La idea es así: Micrófono Abierto para escucharte leer lo que escribís. Música, Telas, Expos, Improvisación Teatral y Clown porque no queremos una noche de sábado que tenga solamente poesía, y cumbia para bailar, porque nos encanta bailar cumbia y tomar cerveza, por supuesto. Empieza temprano, tipo 9, ahí se puede comer pizza, y son muy muy ricas, hay una de albahaca genial.
Es en 60 entre 10 y 11."

jueves, 24 de septiembre de 2009

miércoles, 23 de septiembre de 2009

infinittttt


Mi abuelo me decía que existía un hombre infinito. Señalaba con convicción las páginas de la historieta en la que se dibujaba un hombre corpulento y naranja, que vestía una armadura ligera y tenía rasgos duros en la cara. Mi abuelo me decía que era posible, que quizás existiera algún hombre infinito, que no muriera nunca, o que, de no existir todavía, podría llegar a nacer en cualquier momento. ¿Y si yo fuera el niño infinito? pensaba con angustia, mientras repasaba una vez más el libro de historieta que sostenía mi abuelo entre sus manos.
El hombre infinito era infatigable, caminaba de un cuadro al otro, caminaba, combatía y recorría muchos países –esto yo lo sabía porque en algunas viñetas estaba la torre Eiffel o las pirámides, y el hombre infinito sostenía la misma cara recia y el ceño fruncido, como si siempre se sintiera amenazado por algún peligro o estuviera por lanzarse a la aventura. Y yo le preguntaba, ¿Se puede lastimar el hombre que no muere? Sí, me decía mi abuelo, es como todos nosotros a diferencia de que no muere, pero tiene mucho tiempo para curarse. ¿Y tiene familia, tiene amigos? Los tuvo, pero murieron hace mucho tiempo, en lo demás, es como cualquiera de nosotros.
Me angustiaba pensar que el hombre pudiera lastimarse porque en mi imaginación la herida también era infinita. Y porque el hombre llevaría para siempre –y esa palabra dibujaba un hueco negro en mi imaginación- s-i-e-m-p-r-e los recuerdos de su infancia en la que aún desconocería su condición de infinito, entonces, al mirarse en los espejos su cara de siglos, el mundo le parecería una ironía –yo acaba de aprender esa palabra y la repetía en todos lados-, una “cruel ironía del destino”. Aferrado a mi abuelo, que intentaba tranquilizarme diciéndome que la memoria del hombre no era infinita, yo daba vueltas las páginas de la historieta y me sorprendía de que no tuviera más colores –era naranja, amarilla, gris y sepia, había detalles en blanco y en negro, pero predominaba un naranja solar o un naranja de incendio- y mi abuelo ponía cara de circunstancia y me decía que quizás existiera un hombre así entre nosotros, que podría ser el tío Marcelo o algún habitante del círculo polar, que podía ser cualquiera, y entonces yo sospechaba de mi abuelo, quizás fuera él, después de todo… y lo compadecía, y él seguía leyendo la historieta, aunque ya la sabía de memoria y me mandaba a calentar más agua para el mate. Desde adentro de la casa de mi abuela yo lo miraba sentado en el patio, con su cara tranquila y su forma de encorvarse suavemente sobre las páginas. El hombre solar tenía dedos largos y finos y después de un rato nos buscaba a mi abuela y a mí en la sombra, en las partes más frescas del patio, venía y con un gesto despreocupado tiraba la historieta en el pasto. Yo lo compadecía y me alegraba y le preguntaba si de verdad de verdad podía existir un hombre que no muriera nunca.

martes, 22 de septiembre de 2009

Josefina y el gigante-I




En el arroz una pestaña. La retira Josefina con cuidado y continúa comiendo. El gigante se rasca el cogote. La luz que se filtra entre sus dedos marca cuatro rectangulitos amarillos, de un zarpazo, la sombra. Después de la comida, Josefina apoya sus manos sobre la mesa, lo mira al otro con asco -tiene un arroz en la comisura de los labios-. Las manos gordas del gigante juegan con el pan, hacen goma. Josefina da órdenes secas que no convienen a su voz, se mueve por las escaleras acostumbrada, sabe la distancia que hay entre el primer y el segundo escalón, cuantos centímetros tendrá que recorrer su pie en el aire hasta encontrar el peldaño sucio y gastado. Después de levantar la mesa Josefina sube la escalera, angostísima. El cogote del gigante está enrojecido y las uñas sucias de jugo.
-Preparate para el dictado.- le ordena desde arriba.El gigante oye la orden como una sentencia, se acomoda en el banco, mira la lamparita que podría trizar con sus dedos, la espera. Josefina baja y se sienta distante. El gigante toma una hoja que le es chica y un lápiz, apoya la punta sobre el papel en blanco sin dejar rastros. Ella lo mira, cruza la pierna izquierda, se acomoda y comienza: carnicería en lo de doña Clota, punto y seguido. CON MAYÚSCULAS, para empezar la oración, escribí: de todas maneras falta mucho para que el pájaro cante la verdad, coma, el juicio es largo y penoso, coma, si no termina para fines de este invierno, coma, te aseguro Clota, coma, que al pajarraco lo despluman, punto y aparte.

sábado, 19 de septiembre de 2009

DISPARATADOS

Con unas amigas hicimos un taller de personajes disparatados, vinieron muchos peques y algunos-no-tan-peques. Hubo de todo:

Un aquaflash, un hombre con innumerable cantidad de brazos y piernas que se comía a su familia (la cual aparentemente era grande, una familia de las modernas, los tuyos, los míos y los nuestros) y que una vez se metió a una pileta en la que había un resorte, no lo vió y salió despedido por el aire.

Un pirata-mago con nariz de reloj de arena. (seguramente cuando se acabara la arena.. el personaje se quedara sin nariz.)

Un personaje que era todo alrevésssss

Un clarinete que no quería ser clarinete sino trompeta o saxofón. Y también una serpiente que vivía dentro del clarinete.

Un ser extrañísimo que tenía muchos muchos ojos y brazos de fósforos. El ojo central transportaba a los que lo miraban a la dimensión de la perdición.

Una vaca desordenada.

Una coneja que cuando hacía caca dejaba manzanas, riquísimas, por el camino.

Invitación a los que alguna vez visitan este blog... escriban un personaje disparatadísimo. A mi me contaron de uno que se complacía en perseguir incendios y los coleccionaba en cajitas.

viernes, 18 de septiembre de 2009

hoy

de dónde sale ese canto de la noche? los pájaros que no vemos entre las ramas, ni en las ventanas de los edificios. la noche de regreso bajo la lluvia y el filtro de un canto salido de la nada.

pero una vez: pájaros negros.
volver a ese pedacito de noche y quedarse un tiempo, sólo un tiempo más, en reposo.

martes, 15 de septiembre de 2009

Continuación.

A partir del cuento de Vale, tan tan hermoso.

Te posabas sobre la chimenea y a veces te miraba sobrevolar la casa. El humo te dibujaba una barba que se iba desarmando pero que fluía permanentemente. Yo alimentaba el fuego del hogar porque me gustaba mirarte allí arriba, desde la ventana. Otro día ingresábamos en el colectivo oscuro y el silencio de la gente nos recordaba la historia de Aleko y el oso. Te ponías seria para contar esa historia, describías con minuciosidad las rodillas lastimadas de Aleko y el aliento denso del oso, y nos volvíamos tan vulnerables como si estuviéramos rodeados de nieve, nosotros también, aunque el colectivo mantuviera una temperatura agradable. Hacia el final de la historia tu voz, Alice, se volvía casi inaudible y yo me acercaba a tu boca para escuchar las últimas palabras, que nunca eran las mismas. A lo largo de estos años he recogido algunas, una vez terminaste en “pez”, otra en “caballos”, dos veces en “pan”, y muchas veces hablaste de las rodillas como si allí hubiera un hueco. Después de escucharte me quedaba retraído sobre tu pecho como cuando vamos a escuchar un coro y sentimos que las voces continúan sonando un tiempo más, y antes de aplaudir hay un instante de recogimiento. Así, sólo que la historia de Aleko y el oso no permitía el aplauso. Otras veces hablabas sobre mi piel y te parecías a un pez cuando mueve la boca sin decir nada, la voz quedaba obturada pero dibujabas algo en mi espalda o en mi cuello. Me es tan difícil invocarte con delicadeza, contar del mar sin tragar agua y hablar lleno de algas y de arena.
Ayer los vi a Aleko y al oso en el tren de regreso a casa. Se hicieron los desentendidos. Me es sumamente difícil contar la historia como vos la contabas. Es curioso pero nunca he podido terminarla con las palabras con que vos lo hacías. Siempre, en algún punto del relato, me detengo en la cabaña y en Terese, ansío el momento en que ella sirve el té y reparte los pastelitos, ansío su aroma y estar del otro lado de la ventana, estar bajo la lámpara. Vos comprendías que eso era un corrimiento, un desvío que no resonaría nunca en las rodillas lastimadas de Aleko, que jamás los pastelitos calmarían al oso, y entonces pasabas rápido esa parte y los seguías a ellos, los esperabas en el lago congelado y con ellos corrías el peligro de pisar hielo flojo.
Terese, por otro lado, a quien me encontré también cuando salía apurado de casa, me ha convidado fuego y ha sido amable. Necesito permanecer en la superficie, Alice, del otro lado de la ventana.
Después de un tiempo que no sé… he regresado. Terese no está. Su casa se ha llenado de arena salada, las tacitas y la tetera están llenas de arena, todo, entre las cortinas, debajo de la cama, sobre las frutas falsas y sobre las verdaderas (que por esas zonas la arena se vuelve dulce o con sabor a limón). Aleko y el oso apenas si han envejecido, sólo sé que están más silenciosos y que te llevan de la mano. Vos tarareas una canción rusa como si tuvieras frío y yo te llamo por tu nombre pero no me sale la voz. Soy un pez tan inútil que cuando te llama traga arena y te sigue llamando, y tan sin delicadeza, Alice, tan opaco e inútil que no supo qué hacer, que no supo qué hacer con esa cantidad de azul y el mar y tu cuerpo desapareciendo.

lunes, 14 de septiembre de 2009

LA RIMBOMBANTE MUÑECOTECA








Platenses y people around the world!!! Se viene la semana de la Primavera en La Grieta! Vengan y traigan a sus primitos, hermanitos, amiguitos, playmovil, paloma mensajera, barrilete, 100 de mortadela, farolitos, novios, novias, amantes! lo que quieran! los esperamos!


martes, 8 de septiembre de 2009

Vuelta a Josefina

Vuelvo a Josefina + ideas aportadas por Plomo Negro (gracias).
qué molesto es poner mayúsculas.


Siento la enfermedad en la espalda, es un buen síntoma, es señal de que se está yendo. hasta me gusta sentir las crispaciones como espinas finísimas que rompen la piel y se resignan. por lo demás, el día se me pasa volando. duermo y deliro. vienen mi tía y mi abuela y me cuentan historias de caracoles y ciempiés. Sólo puedo tomar té y gelatina, y antes de comerla me quedo algunos minutos mirando a través de la masa de color, y me gusta deformarle la cara a la chica que está en la cama vecina, es de algún modo como duplicar su monstruosidad. La chica se llama Claudia, según escuché del doctor, y tiene dedos como ventosas, se toca permanentemente la cara y mira con asombro la pared. Me he quedado mirando e intentado descubrir alguna mancha de humedad maravillosa, algo, pero no he visto nada, sólo su cara asombrada y dolorosa. el enfermero debe saber que por las noches me asusta y entonces se sienta a mi lado y me da su mano que siempre está tibia y me pone un pañuelito blanco y frío sobre la frente. me dice, señorita Josefina, y me corre el pelo de la cara, arregla las sábanas como siempre hace mi abuela. Nos quedamos en silencio y yo tardo horas en dormirme. Me he acostumbrado a mirarlo a los ojos, ya no me pone incómoda su mirada de animal nocturno. tiene pestañas que a veces cobran vida, como las patitas del ciempiés que me cuenta mi tía; otras veces, su cara es como un umbral tras el cual me imagino un desierto blanco o una colonia de vacaciones. algunos dicen que uno crece mientras está enfermo. Cuando era chica envidiaba a mi prima Sofía porque se enfermaba tan a menudo que en mi imaginación llegaba a ser una gigante. Cuando vuelva a casa sostendré el pañuelo sobre mi cara y quizás se abra una ventana hacia los ojos de Daniel o hacia Claudia y su sorpresa. La necesito con sus manos frenéticas, con su cara oscura y sus costados de murciélago para que aparezca la mano tibia que conjura la fiebre.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Instrucciones para sortear la escalera de humanidades a las seis de la tarde

manos manos. le gente tan cerca saliendo y entrando. un sólo tigre pasado por agua, un poco gris y lleno de rumores. cursadas, esa luz que no se sabe de dónde viene, fluorescentes? perros. manos, manos y rostros tan cerca. subir subir sin caerse, sin tropezarse, sin chocarse a las personas que también bajan y suben y respiran tan cerca. fugarse con "cotidiano" aunque suene a paradoja.


http://www.youtube.com/watch?v=WBwo5MzB7io

domingo, 6 de septiembre de 2009

Josefina se baña como las palomas, mal y por casualidad. se envuelve con un pañuelito y estornuda porque le da el sol sobre la cara. se queda estática mirando por la ventana mientras las gotas se van secando una por una. recuerda los lapachos rosados, se imagina que Córdoba es una ciudad enorme llena de colinas donde crecen miles y miles de lapachos, y por las noches, pájaros grises duermen entre las flores rosas y se desparraman durante el día. después, medio mojada, le saca punta a los lápices y con las coronitas se hace un disfraz de puercoespín. habla tan despacio consigo misma que es como si las palabras se evaporaran antes de llegar a completarse, entonces, dice algo como “partentushjesnpu” y se cubre las espinas con el pañuelito.

viernes, 4 de septiembre de 2009

desde las tazas II


Elisa ve pasar el panadero. Sobre los edificios pasa y a pesar de su ligereza, el panadero se hunde hasta el puente, cae precipitadamente como una pequeña bola de acero, y allí está, sobre el puente, viajando, cuando todavía lo desconocía todo. Y a la vez nada sale del panadero, es como si, puesto de revés, tampoco saliera nada de él. Como si sacudiera un pullover y nada. hace tiempo que viene diciendo las mismas palabras, Agustín y Mabel, la casa que se está viniendo abajo, los inquilinos.

Sobre su cabeza rechinan las tazas y los platos. Ella siempre se imagina que un árbol viejo nace del centro de las tazas, sin embargo, allí arriba, los inquilinos las lavan a menudo, las llenan de café, las vacían, las beben, Francisquito las lame, Pompilia les pasa delicadamente el dedo, y las vuelven a entrechocar, las abandonan en el lavabo, y apenas el árbol busca resquebrajar la loza, allí está nuevamente la infusión anaranjada que sirve Marta a todo el mundo. (continúa)

lunes, 31 de agosto de 2009

desde las tazas

Para Margarita y Tito, mis abuelos


de la taza María sacó las manos sucias de su abuela… “sucias” es una forma de decir: la abuela trabajaba la tierra como si repasara el día, arrancaba las hojitas feas y arreglaba aquí y allá. La conversación era recurrente, las flores y las hojas, la humedad de la tierra y las mosquitas; las palabras escanciaban las mañanas desde la que llegaba María con las piernas frías y el pullover flotándole sobre el vientre, azul.

de la taza pequeñita había venido corriendo, traía entre sus manos la cotorrita muerta. El verde todavía brillaba, más allá unos destellos de plumas azules y amarillas, naranjas y algo de rojo. Como un señuelo, y le acariciaba la cabeza pequeña de cotorrita muerta mientras de la taza salían también el hornero y la tijereta, el tero tero y el bicho feo bicho feo; el gorrión pero no la paloma.
interior sucio de taza color crema como un cascarón de huevo.
punteada. pintas marrones y naranjas.

y entonces arrojó el cuerpo verde a la taza
y no escuchó nunca el ruido de la caida.

sábado, 29 de agosto de 2009

otra vez, lejos


Estaba tan cansada… nos miraba sin vernos. Si se hubiera dormido, si simplemente hubiera cerrado los ojos sobre la falda de su madre, hubiera sido menos escandaloso, pero no, ahí estaba su cara de sueño en pleno día, como un derecho ganado y simplemente estando, allí, entre nosotros despiertos o funcionando en el día.
Tenía la cara como de ciempiés demorado, de hartazgo de calles y de autos, de casas de tía y primer grado. Tan cansada de que su madre a veces impostara la voz y le ocultara cosas, cansada de Esther y de su brazo mal enyesado, de la mochila llena de cuadernos únicos –que proliferarían año tras año- y de la letra de la señorita Graciela.
Querer llegar a casa y tomar la leche acostada en la cama, y que le fuera llegando un sueño blanco o verde, un tejido que ya hubiera comenzado desde el viaje en el micro, tapándole la boca y relajándole las manos, los pómulos y el cuello, y fresco sobre los ojos, el sueño.

lejos


Al verla, la madre de Búchette se persignó. Estaba adherida a la sombra, jadeante y con la espalda inclinada, algo de animal se desprendía de su cuerpo rojizo. Ella intentó tranquilizarla, le explicó que había venido corriendo, que no había dormido en días. Ya se quitaría el barro de los pies y se lavaría el pelo, volvería a oler bien, enderezaría su cuerpo y se volvería blanca, opalina.
Mientras tanto la madre de Buchette retrocedía hacia la mesa, crispada, y miraba hacia la puerta. Sobre su cara y su pecho se dibujaba todavía el recorrido de la cruz, que había hecho apresurada al verla. Ahí estaba, como un escudo sobre su cara, la cruz mal hecha.
Buchette se incorporó y quiso acercarse a la ventana, salir del cono de sombra en que había estado recuperando el aliento. Al verla acercarse su madre volvió a persignarse y rechazó su olor a maleza y a sudor viejo. Soy yo, Buchette, dijo la cervatilla. Su madre apenas la miró: la luz le daba sobre el lomo veteado, todavía lloraba como una mujer.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Espera


Flujo de gente. La farmacia siempre se llenaba a esa hora. Abundaba el color blanco y las cajitas de medicamentos. Dos señoras se quejaban porque no podían sentarse, porque no era sensato que aquellos jóvenes ocuparan el lugar reservado para ellos. Ejercían algo así como una comunicación oblicua porque no le decían nada, simplemente hablaban en voz alta y movían las manos, se abanicaban con la receta. Los jóvenes resistían mudos y agarrados de la mano, como si el resto del mundo a excepción de las sillas estuviera repleto de monstruos marinos o algo así. La gente tiene esa costumbre, saca número y se va. Ya nadie espera, o pocos lo hacen porque mientras esperan pueden hacer otras cosas. El farmacéutico llamaba los números, indicados en rojo en la pantalla y anunciados con dos timbres. Del 57 al 61… las personas mirándose como si cada una llevara en el rostro el número llamado, y el vacío bovino entre el 57 y el 61. Ese tiempo Marcelo lo usaba para descansar, era una fuga en la que pensaba en su cactus y en la ventana de su casa, en la piel de Teresa después de bañarse o en el juicio. Y ya para el 62 se levantaba la señorita de verde y le pedía unas gotas para los ojos y algo para la tos de su nene.
Y otros esperaban y mientras esperaban hacían otras cosas. Isabel cerraba sus ojos y el blanco se apagaba, desaparecían las cajitas, la gente, los suplementos vitamínicos, los perfumes. Y le parecía que era casi como cerrar los ojos arriba del micro y dejarse estar, o descansar sobre un tubo fluorescente, sólo unos segundos.

martes, 25 de agosto de 2009


Para Daria, que me tiró estas palabras:
enano, anillo, prisma, batata, buey y grieta


La batata se estaba quedando dormida pelando humanos. Era inútil despellejarlos con los dedos, mejor usar un pela-humanos o comérselos con piel y todo. Había cantado durante todo el día esa canción de la adolescencia “…la ventanita del amor se me cerró, desde que me dejaste, no hago más que extrañarte…”. La batata tenía una voz privilegiada de contralto. Su marido era el enano. Con el paso de los años había ido perdiendo color verde y se complacía en leer un buen libro por las tardes y en cavar túneles. La miraba a la batata mientras ella contorneaba su cintura entre rosada y marrón, y su cabecita amarilla y pensaba que todo había salido bien, que había algo en el orden de sus días que le agradaba, cierta declinación de la luz, el sonido de los sapos, el paso de las carretas de los pepinos y las hadas que volvían del trabajo. Miró su anillo de casados y recordó la fiesta, todos habían asistido: el buey y su prometida, la zanahoria; los mellizos elfos, los espárragos burlones, las semillitas de sésamo y los alcauciles. Había sido una fiesta maravillosa: la batata vestía un vestido de organdí color azafrán y tenía puesto el collar azul de su abuela, él se le había animado a un smokin y a los suecos, tan característicos. El diablo les había preparado un gran festín debajo de la tierra. Desde afuera apenas si se divisaba una grieta, pero al entrar el hoyo se hacía cada vez más amplio y profundo y desembocaba en una espaciosa cavidad. Los tubérculos y tuberculitos habían ensayado durante días una canción, tocaron marimba y xilofón y cantaron con sus voces agudas de recién nacidos. La batata estaba de lo más emocionada, y hasta al buey se le cayeron unas lágrimas.
Volvió a mirar su anillo y se dio cuenta por primera vez que la piedra era un prisma, la levantó hasta que le dio la luz…
-Vení negra, vení a mirar el arcoiris. Y la batata se acercó al enano mientras se limpiaba las manos en el delantal… y ya comenzaba a mirar los colores.

lunes, 24 de agosto de 2009







Ayer Muestra Gato-Imán... hermoso y largo día... de la Estación Provincial a la Grieta, trufas de Mari, tatores varias, mate, los dibujos de los chicos -fabulantásticos-visitas, amigos, posibles viajes. y hoy la niña como si estuviera adentro de una escafandra llena de nubes de un planeta desconocido, por no decir, rota y resfriada.

sábado, 22 de agosto de 2009

Piensa en mi


Este texto surgió como consigna de taller... a partir de una balada, en mi caso me tocó "Piensa en mi" de Chavela Vargas, había que escribir algo...

y aquí vamos...


Imagen de Camilla Engman "A big woman in my garden"

Piensa en mi…
A nosotros nos gustaba olvidarnos. No pensar. Tampoco era que nos queríamos encontrar por casualidad en los puentes y hacer la gran Rayuela, era más bien como un dejarse estar… era como si descansáramos con la espalda relajada y las manos debajo de la cabeza. Yo le decía “piensa en mí” y nos reíamos, él era terrible para pensar en mí o en cualquier cosa, me recreaba como si me estuviera viendo detrás de un agua turbia. Y después de hacerme me dejaba quieta bajo una luz que me hacía doler los ojos. Entonces yo le decía, mejor no pienses en mí, y le borraba la imagen: yo no me quería quedar quieta, y él tampoco.
Vos no te querías quedar quieta.
Cuando falleció su tía, Irma, nos dimos cuenta de que era inútil pensar en el otro. Que yo me iba transformando en Irma y a él se le hacía una mueca en la cara y se me quedaba mirando, como si quisiera ponerme 20 años encima, otra nariz y oficio de peluquera. Qué inútil era pensar en el otro pensando en Irma o en las ganas de terminar con todo, y claro, cuando decíamos “terminar con todo” no nos referíamos a la vida, sino a las clases y al trabajo, a nuestras casas y a las ocho de la mañana.
Yo una vez había pensado en él, voluntariamente había pensado en él, eso fue cuando apenas lo conocí. Era fácil porque no sabía nada de su pasado, porque se me aparecía como un pececito brillante al ras del agua, sin historia ni nada, y yo me quedaba mirándolo mientras me recuperaba de la operación y me aguantaba las inyecciones. Pero después… ni él ni yo nos queríamos quedar quietos.
Después de la operación algo cambió. Yo me puse menos débil, no digamos más fuerte, y él se volvió menos cuidadoso. De todos modos, nos seguíamos queriendo, nos queríamos mucho aun después, y sobretodo, por habernos visto ese día bajo la luz, y otro día, detrás de los árboles. Sin embargo, si yo pensaba en él ya no venía el pez naranja sino una enorme escalera por la cual se movía una arañita blanca, y yo pensaba, con rabia, para qué necesita la arañita la escalera, si ya tiene su propio hilo maravilloso, si ella es toda una estructura en potencia, miles y millones de escaleras, un solo hilo que penda desde el techo y ya está, pero no… ahí estaba ella aferrada a la escalera y si él pensaba en mí… no sé..
si yo pensaba en ella, había una mujer bajo la lluvia con rostro triangular y algo de barro. Había una equilibrista o una marioneta y además, que me gustaba llamarla como no se llamaba, y es verdad, a veces pensaba en ella para no pensar en la tía Irma y en los caramelos, y porque no me bancaba el frío de la noche.
Hasta que una vez decidimos no pensarnos. Era más fácil olernos bajo la ducha y saber del otro andando en bicicleta o comiendo pan tostado bajo el sol. Vernos era siempre un reencuentro suspendido en la nada, como una aparición que no estuviera anclada en un pensamiento angosto. Claro que eso hubiera sido lo deseado, no pensarnos ni pensar en los pecados…
Me daba risa pensar “he pecado” y además me acordaba de las palabras de Graciela que siempre decía, horrorizada por algún travesti de la tele o por alguna chica semidesnuda, “y eso que yo no soy una carmelita descalza, pero esto es el colmo!”, me daba risa pensar en “eso” como en un pecado, me gustaba que no hubiera sido él quien me enseñara a “pecar”, me gustaba que en otras culturas al mismo acto lo llamaran “reir” así como algunos llamaban al acto de “despertar”, “recordarse”. Y así nos pasábamos horas riéndonos y recordándonos con sueño. Pero nunca pensábamos en el otro.
Él me contó una vez que se había querido quitar la vida, dijo así: “me quise tirar por la ventana cuando entraron esos tipos a la casa y estaba Mauri, que para ese entonces tenía tres años, solo en la habitación”, dijo que se había querido tirar y que no le importaba defender a su hermanito ni los bienes de la casa… que no le importaba nada porque esa era una buena oportunidad para desaparecer. Y me dijo: “no lo hice porque la ventana era de hierro y estaba pintada de rojo y en ese momento me pareció hermosa… el rojo contrastaba con la noche cálida y había luna, un reflejo azul me daba en las manos que temblaban mientras escuchaba que los tipos ya estaban adentro y que casi no habían tenido que forzar la cerradura..qué hábiles, pensé.. y de repente me hubiera gustado irme con ellos” y que después me había conocido en el hospital, porque Mauri estaba en la misma habitación que yo, y que fue más fácil cuidarnos a los dos que llevar una vida de delincuente. Había algo flojo en sus palabras como cuando caminaba pisando hojas y ponía cara de idiota.
A veces él me decía, sobre todo cuando se ponía un poncho rojo que había heredado de su abuelo, “imaginate como sería si tuviera una rodilla de elefante y una trompa de oso hormiguero pero fuera tan delicado como un ciempiés o un caballito de mar”, y yo le decía “pensá en mí como si fuera medio calva y a la vez tuviera el pelo fosforecente, pensá en mí como si estuviera loca y tuvieras que visitarme en la torre de un sanatorio”. Y así nos íbamos pensando a veces, o no. Pero nadie se quería quedar quieto, y nadie quería tener que pensar en el otro, porque eso sería quizás empezar a olvidarnos.

jueves, 20 de agosto de 2009

Muestra Gato Imán!!!!


Para despedir las vacaciones con tutti!!!!
Este domingo 23 en el galpón de LA GRIETA ( 18 Y 71) inauguramos una muestra del taller de arte GATO IMÁN: "LOS TRAPITOS AL SOL". Obras al aire libre (hasta que haya luz...luego pasan a estar expuestas, pero en cautiverio) En vivo y en directo, coincidiendo en el mismo espacio-tiempo, el taller de chicos "LA VACA DE MUCHOS COLORES" presenta la muestra "Blanco y Negro"a las 17hs. en el galpón de LA GRIETA Antes ( A LAS 15HS) estaremos en la feria de la ESTACION PROVINCIAL (17 Y 71) con nuestra soguita del arte, haciendo la previa.Los esperamos!!!



Habrá personajes surgidos de la conjunción de palabras azarosas, algunos fosforecerán o serán adictos del pimiento, otros serán camiones-en-montaña o enamorados que reflexionan...

lunes, 17 de agosto de 2009


La sensación fue la misma que la de tocar el barro. Al principio se retira la mano deconcertada y luego, si no hay remedio, se la hunde, se trabaja en el fango e incluso a veces puede ser bello, pero no era así con Rodolphe, con el era siempre el barro por primera vez, siempre queriendo retirar la mano pero demasiado tarde.
Yo lo hubiera dejado apenas se quedó ciego. Pero Estela insistió en que un poco más, en que unos meses más. Me exasperaba que me tocara siempre como si no me conociera, como si no me hubiera visto ya, aducía que no quería olvidarse, que mi cuerpo era el recuerdo de mí misma, y finalmente así era, Rodolphe comenzó a vivir todo como si se tratara de un recuerdo no del todo perdido. Nada nuevo se incorporaba a su vida. Yo apenas si podía tocarlo o besarlo, todo consistía en quedarme quieta adivinando el orden de lugares por los que pasaría la mano antes de excitarse y hacerme el amor.
Estela había ordenado toda la casa para mayor facilidad de su hermano, nada podría caerse y romperse, nada era puntiagudo, nada estaba fuera de lugar, y lo más curioso es que se le había dado por hablar continuamente tan sólo para indicarle a Rodolphe que estaba allí. De esa manera Estela exteriorizaba casi todos sus pensamientos, se volvía ruidosa y obsecuente, me era absolutamente insoportable. No sólo ella sonaba en la casa sino que había colgado móviles sonadores para que Rodolphe distinguiera las partes de la casa y se percatara del lugar de los otros. Yo en cambio hablaba cada vez menos y esquivaba los colgantes, vivia sofocada en el fango, llena de barro por todos lados. Los meses que me suplicó Estela se alargaban y a cada intento por dejarlo ella me suplicaba aduciendo que los avances de su hermano eran gracias a mí, y yo me quedaba, lo confieso, porque ya estaba acostumbrada.

sábado, 15 de agosto de 2009

martes, 11 de agosto de 2009

Cuarto escalón. minúsculo.




detenida sobre un pie. abajo o arriba la frazada.
Estoy harta de las onomatopeyas de Ariadna. su flip flap tin, sus ouch y su manera de dar vuelta la cara, como si tal cosa.
Me cansé de las mandarinas secas y de la palabra “autobús” pero mi madre insiste en llamarlos así, es el colmo. Ahora esperamos a papá, que no llegará, y ella, sentada en un escalón más arriba, me alisa el pelo. siempre tuve el pelo cargado de electricidad. cuando era chiquita me daba miedo matar a la gente, o a los pájaros a los insectos, pensaba que si pasaban cerca de mi cabeza morirían de un breve fogonazo. después comprendí que no. que las descargas eran más bien implosiones que nadie escuchaba. ha comenzado a hacerme una trenza.. es así, hay que dejarla hacer trenzas mientras papá no viene, dejarla para que se entretenga, aunque siempre le queden mal, con una de las tres partes de pelo floja, ladeada. canta y desafina pero yo la quiero porque es mi mamá. sin querer toco el piso del escalón y está mojado: no hay agua pero sí humedad. es raro porque parece que nadie se ha sentado aquí en años. tuvimos que correr las hojas y sacar la tierra, esta escalera estaba casi irreconocible. y sin embargo en la palma siento la humedad como un llamado, la saco rápido y echo tierra, me deshago la trenza coja y me río de cómo canta.

sábado, 8 de agosto de 2009

Tercer escalón


Afuera está todo el mundo… es natural por tratarse de un sábado a las ocho de la noche. Hay luces y chicos que dicen “1, 90”, y el bamboleo nervioso de los que esperan para pagar el boleto. Todos afuera, la ciudad con sus vidrieras y sus perros, con los puestos de flores y las tortas exhibidas en las vitrinas de los bares. Fuera. Un murmullo que se descompone en miles de conversaciones privadas o no. Laurita debe andar por ahí, con la prima, mirando las vidrieras. Siento ese lanzarse a la calle como algo que hoy no comparto. Seguramente, como vos decís, si estuviera yo también “afuera” ni me daría cuenta y andaría embobada con el olor a praliné o evitando charcos, pero esta seudo-elevación del colectivo me hace pensar que en realidad, siempre he estado dentro. Me he pasado el día adentro e incluso he estado más adentro. Me he quedado tirada en el bosque –aunque se trate de un bosque breve y leído-, me he quedado tirada, como te decía, junto al soldado y su caballo, y no me he desnudado porque estoy tan pálida –y él está realmente dorado, y tiene las piernas firmes y el pelo al ras- pero hemos estado así, sintiendo la hierba sobre nuestras espaldas. Hemos visto pasar a las ardillas que migran y hemos hablado de las madrigueras y de las flores azules. y luego yo lo he dejado al soldado porque me aburrió. y estoy adentro de mi casa. y quizás esto es el afuera para vos, o es el afuera para mis hermanos que me mandan saludos en chino mandarín. y todos somos el afuera para la señora que viaja en avión y nos ve como un puntito de luz en medio de la noche.
Te espero para cenar y charlamos un rato. Dejá las cosas por ahí en la escalera así mañana no te las olvidás.

jueves, 6 de agosto de 2009

Segundo escalón


Estaba en la habitación que había sido clausurada desde hacía años. Nunca había entendido porqué la habían clausurado ni quién. Era una habitación normal, la cama, el baúl, una mesita de luz y una repisita. Algunas revistas viejas y polvo. Creía que había sido el tío quien había decidido colgar ese absurdo cartel sobre la puerta, pero no quería decir nada… “clausurado”, como si la habitación perdiera agua o pudiera desprenderse del resto de la casa, una etiqueta sin sentido. Abajo los invitados dormirían como sardinas y brindarían por cosas inútiles.
Se asomó a la ventana y reconoció el jardincito. Pensó que era extraño que el cielo no fuera siempre el mismo, que si llovía en Buenos Aires debería llover también en Berlín y en el campo de Macarena, pero no. de pronto recordó porqué la habitación había sido clausurada y le siguió pareciendo un despropósito.

Elena había estado cantando toda la mañana, era una canción infantil que se le iba desprendiendo de la boca y que le hacía pensar en el color fucsia. Había guardado el libro de figuritas en el baúl y había estrujado la bufanda de su tía, silenciosamente se había mordido los labios mientras abollaba la tela cuadriculada y suave, después la había mirado de reojo como si mirara a su tía con dolor de panza. Había sonreído y había caminado hacia la ventana sin detenerse. Luego comenzó a bajar los escalones cada vez más rápidamente, era inútil contar ovejitas o hacerle nudos al pelo, todo se volvía fucsia y tenía gusto a helado de vainilla. Luego Elena había sentido la caricia de las ramas de los árboles, el segundo escalón antes de tocar el piso, y se había quedado flotando como suspendida.

Mauro miró hacia abajo, reconoció el árbol y las flores, nada había cambiado demasiado. En la cocina estaría Elena mirando televisión o preparando los alfajorcitos de maicena, con su forma medio extraña de asentir o negar aunque nadie le estuviera hablando.

martes, 4 de agosto de 2009

Primer escalón



Se acordó. Había estado allí, sobre las escaleras, con un caracol en la mano que después le había dado asco. Sí, le había dado asco por la baba y la vulnerabilidad. Entonces Elena había dicho: hay que cocinarlo. Y él lo había tirado inmediatamente y había pensado en su maestro de segundo grado, Jorge, porque tenía en las rodillas marcas de caracol como si se hubiera arrodillado durante horas sobre cientos de caparazones irrompibles. Elena todavía cargaba con la cacerola. Al moverse sin querer hizo ruido. Siempre la cacerola vacía, nunca cocinaba nada pero ahí estaba: puso el caracol adentro, para molestar.
Algunos de los dos tenía el pelo rojo como la lluvia y algunos moretones. Sabía que al llegar a la punta de la escalera estarían reconciliados pero perduraría el silencio incómodo entre los dos. Recién se darían tregua después, a la mañana siguiente.
Quisiera tener la memoria de un caracol, pensó, pensaron. Sin embargo la memoria de los caracoles era certera, quedaba la huella de la baba brillando a contraluz, todo el recorrido expuesto, imposible de deshacer, las vueltas, los retrocesos… Quisiera ser un caracol con alas, jugar al invisible. Elena tenía una pequeña joroba, a pesar de ser joven, y sobre la frente una cicatriz de cuando la había mordido el perro en la estancia. A él se le había cansado la voz. Se desabrochó los dos botones superiores de la camisa. Se arrimó a ella y le apretó el brazo para que subiera. Ella se quedaba con la mirada fija en la puerta, siempre miraba la misma mancha de pintura que parecía una islita. Antes la puerta había sido verde, ahora era blanca. Él se arrodilló en el escalón que ocupaba ella y puso su cabeza sobre sus piernas, ella lo dejó. Él sabía que ningún latido ascendería desde las piernas, que estarse ahí era como convertirse en un gato o en un montón de ropa.

sábado, 1 de agosto de 2009


El niño PEZ. peli de Lucía Puenzo.

ayer la vimos con una amiga...noche temprano, noche de viernes, las dos intentando escuchar el español-paraguayo-argentino- y el guaraní... resultado:pusimos subtítulos en español y resultó ser que los subtitulos no son para no hispanohablantes sino para gente cuasi-sorda y con poca imaginación... no solo traducían lo que decían los personajes sino tb los "sonidos" mas o menos significativos "perro ladra", "risas y voces indistintas, ruidos de fiesta", "gemidos que se vuelven sollozos", etc etc...

y mientras tomando te de menta peperina y chusmeteando de la vida.

linda despedida de villa...

miren la peli!

lunes, 27 de julio de 2009


Voy a volver a juntar las figuritas

pero esta vez no voy a cambiar el album por la pelota.

Quiero tener al menos un recuerdo palpable

de mis años mas felices

cuando todo era azul

cuando toda era incierto

el universo estaba a mis pies

la gente era tan buenayo la queria

era tan estupido y feliz.

Voy a cantarte una cancion de amor para dejarte en claro que

soy como el aire que sale de las tempestades

imposible de respirar

amarillo como el pis

como el agua con colorante

amarillo como el sol de jardin de infantes.

Voy a saltar como el pez en el mar

y hacer las cosas mal,muy mal, muy mal.

Dejar la puerta sin cerrar

irme del restaurante sin pagar

y darle un cheque en blanco a quien solo espere de mi una sonrisa

un beso una flor

el mundo más perfecto que existe

adentro del corazon solo te salva el viento!

Voy a cantarte una cancion de amor para dejarte en claro que

soy como el aire que sale de las tempestades imposible de respirar

amarillo como el pis

como el agua con colorante

amarillo como el sol de jardin d infantes

amarillo como el pis como el agua con colorante

amarillo como el sol de jardin d infantes.
Canción de Juanito Cantor. (Gracias Pato por hacermelo escuchar).
y resultò que el boulevard estaba realmente cerca del centro, pero yo sospecho que no fue siempre así, que con el paso de los años se fue corriendo de a poquito hasta quedar a tan sòlo unas cuadras. y el puente, ese sí, sigue en el mismo lugar, incluso los perros exhiben el color negro de siempre y el vecino aviador camina como sobrevolando las veredas. hubo sol tambièn, y mùsicas.
por las noches seguiràn entrando los caballos y quizàs suba el calor distorsionando las paredes. luz en el baño y en el comedor, gente que sale y entra, tres puertas, el café más rico del mundo. volver volver. RIO IV. la gente màs càlida, los amigos.