martes, 8 de septiembre de 2009

Vuelta a Josefina

Vuelvo a Josefina + ideas aportadas por Plomo Negro (gracias).
qué molesto es poner mayúsculas.


Siento la enfermedad en la espalda, es un buen síntoma, es señal de que se está yendo. hasta me gusta sentir las crispaciones como espinas finísimas que rompen la piel y se resignan. por lo demás, el día se me pasa volando. duermo y deliro. vienen mi tía y mi abuela y me cuentan historias de caracoles y ciempiés. Sólo puedo tomar té y gelatina, y antes de comerla me quedo algunos minutos mirando a través de la masa de color, y me gusta deformarle la cara a la chica que está en la cama vecina, es de algún modo como duplicar su monstruosidad. La chica se llama Claudia, según escuché del doctor, y tiene dedos como ventosas, se toca permanentemente la cara y mira con asombro la pared. Me he quedado mirando e intentado descubrir alguna mancha de humedad maravillosa, algo, pero no he visto nada, sólo su cara asombrada y dolorosa. el enfermero debe saber que por las noches me asusta y entonces se sienta a mi lado y me da su mano que siempre está tibia y me pone un pañuelito blanco y frío sobre la frente. me dice, señorita Josefina, y me corre el pelo de la cara, arregla las sábanas como siempre hace mi abuela. Nos quedamos en silencio y yo tardo horas en dormirme. Me he acostumbrado a mirarlo a los ojos, ya no me pone incómoda su mirada de animal nocturno. tiene pestañas que a veces cobran vida, como las patitas del ciempiés que me cuenta mi tía; otras veces, su cara es como un umbral tras el cual me imagino un desierto blanco o una colonia de vacaciones. algunos dicen que uno crece mientras está enfermo. Cuando era chica envidiaba a mi prima Sofía porque se enfermaba tan a menudo que en mi imaginación llegaba a ser una gigante. Cuando vuelva a casa sostendré el pañuelo sobre mi cara y quizás se abra una ventana hacia los ojos de Daniel o hacia Claudia y su sorpresa. La necesito con sus manos frenéticas, con su cara oscura y sus costados de murciélago para que aparezca la mano tibia que conjura la fiebre.

5 comentarios:

lau dijo...

cuando era chica me daban mucho miedo las manchas de humedad de la pared de la pieza de mi abuela, siempre les encontraba forma satanica xD

nena, me voy a villa al final mañana, a la semana del estudiante la usare para otras cosas...

mencione que estoy harta de la facultad? well, I AM.

abrazo, muchachita...

Caro dijo...

lau... sigo tu lógica comunicativa y te respondo aca.. jeje, yo no iré a Villa por largo tiempo pero bue.. espero que me caiga alguna semanita libre para tirarme en el pasto y no pensar en las quichicientas actividades de septiembre-octubre-noviembre. enjoy tu semanita del estudiante (je), abrazo.

Santiago Maisonnave dijo...

Me gusta el relato, Carito. Vuelvo a Gustavo Nielsen: en "Marvin" hay un cuento que se llama "Debajo de la almohada". Las imágenes que me sugería el primer texto de Josefina, ahora hago la relación, me hacen acordar a imágenes y sensaciones que me provocó en alguna lectura ese cuento. Hay algo de monstruoso en una anciana infantilizada. Algo inquietante.
Otro abrazo, con la vuelta del sol.

Caro dijo...

gracias, ya lo buscaré. a mí eso que decis de la "anciana infantilizada" me hace acordar mucho a Silvina Ocampo.. personajes sin edad definida, niños-adultos o casi ancianos... "Ulises", de la Naranja Maravillosa.. saludetes!

lau dijo...

de vuelta a cba, de vuelta a las responsabilidades. "responsabilidades"..

che, que decoradito que esta tu espacio..acojedor, really...

todavia tengo en lista de pendientes la tierna pintura inflable..

tiempo, tiempo, tiempo...

abrazo..