La mujer fue a morir al bosque de lengas. Había escrito tres cartas, había alimentado al gato por última vez, había, como quién dice, dejado las cuentas al día y ahora iba a morir. Caminó abrigada con su pullover rojo mientras fumaba. Se acordó por uno momento de Claudia y del resto de los compañeros, a esa hora estarían esperándola para ir a marchar, se asombrarían de que no llegara a tiempo y la seguirían esperando todavía después, durante la marcha, y aún después cuando corrieran hasta la casa del Cata a comer una picada.
Hay algunas puertas y un tobogán. Brunelda canta con la boca cerrada como si estuviera amasando un pez en el interior de su boca. Los dientes tocan sin lastimar la piel recién nacida del pez, Brunelda lo siente brillar en la oscuridad y lo deja salir a regañadientes. Después se come las uñas y se toca los tobillos.
Hay, quizás, dos personas asomadas al balcón, o nada. es decir, hay un nacimiento pero es tan insignificante que es más sensato decir que no hay nada. Pero, sin embargo, y aunque me demore muchas escaleras y esté estando o no durante los escalones, hay, punzante, una polilla muerta y una libélula gorda que contradice descaradamente la esencia de las libélulas.
entonces, un nacimiento y la pared interrumpida por la polilla. polvo sobre su cuerpo alado y más abajo dos pares de zapatos. a esa hora siempre entra el sol. Brunelda puede estar amasando peces durante horas. ella lo sabe. Cristian, por otro lado, modela ardillas soeces que se comen los tobillos de Brunelda, y por eso la pobre se los vigila, a ver si ya le crecieron.
hay, como algunos creen, un orden cotidiano de comidas, pis, sueño, charlas, lecturas, malas lecturas, desmemorias, un orden de pequeños encuentros, y en el fondo punzante la polilla que a veces es roja pero también muerta y pared.
Hay, eso sí, siempre hay ventanas a las siete de la tarde. Cada ventana tiene un corazón desconocido atado en una lámpara y alrededor algunas bocas y algunos brazos. Sería tan fácil sentarse y aceptar el vaso de gaseosa o jugo, las galletitas sólo si no es molestia. Sería fácil desentrañar los adornos y los souvenirs, o los libros, quizás sería mejor si no hubiera techo ni papel higiénico, aún así, o ir conociendo los meollos de la tía Teresa y de Patricia. El aborto. Juan y su manía de masturbarse antes de que lleguen la abuela y la prima. Mirar una ventana a las siete u ocho de la noche sería como meter la mano en agua tibia e ir entrando de a poco con todo el cuerpo, abrir un ojo y después el otro, y que no importe que de las lámparas no quede corazón, sino tan sólo un par de nervios, algunas venas, un trozo de pan con mermelada, el interior de una mandarina.
Se sentó al borde de un árbol y miró hacia arriba. La copa verde empezaba a llenarse de sol. Amanecía. Más lejos pasaban las ovejas salvajes con la lana hasta el piso. Se llevó a la boca el cigarrillo y le dio la última pitada. Empezaría a morir quizás cuando llegaran las ardillas y los peces de Brunelda.
Sus amigos se darían cuenta unos días después y llegarían los parientes desde lejos, aseverando cosas sin saber, o quizás, amasarían sapos y renacuajos en silencio.
2 comentarios:
mmmm, la libélula gorda, que rico! porque a mi también me encanta comer aunque sea insectos!
comida bien latina!
Aguante!
como un arbol que se cae sólo en el bosque.. parece que no hace ruido pero sin embargo, tarde o temprano su caida nos retumba bien adentro, a veces por siempre..
se me llenaron los ojos de lagrimas carito. me gusto mucho.
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