Flujo de gente. La farmacia siempre se llenaba a esa hora. Abundaba el color blanco y las cajitas de medicamentos. Dos señoras se quejaban porque no podían sentarse, porque no era sensato que aquellos jóvenes ocuparan el lugar reservado para ellos. Ejercían algo así como una comunicación oblicua porque no le decían nada, simplemente hablaban en voz alta y movían las manos, se abanicaban con la receta. Los jóvenes resistían mudos y agarrados de la mano, como si el resto del mundo a excepción de las sillas estuviera repleto de monstruos marinos o algo así. La gente tiene esa costumbre, saca número y se va. Ya nadie espera, o pocos lo hacen porque mientras esperan pueden hacer otras cosas. El farmacéutico llamaba los números, indicados en rojo en la pantalla y anunciados con dos timbres. Del 57 al 61… las personas mirándose como si cada una llevara en el rostro el número llamado, y el vacío bovino entre el 57 y el 61. Ese tiempo Marcelo lo usaba para descansar, era una fuga en la que pensaba en su cactus y en la ventana de su casa, en la piel de Teresa después de bañarse o en el juicio. Y ya para el 62 se levantaba la señorita de verde y le pedía unas gotas para los ojos y algo para la tos de su nene.
Y otros esperaban y mientras esperaban hacían otras cosas. Isabel cerraba sus ojos y el blanco se apagaba, desaparecían las cajitas, la gente, los suplementos vitamínicos, los perfumes. Y le parecía que era casi como cerrar los ojos arriba del micro y dejarse estar, o descansar sobre un tubo fluorescente, sólo unos segundos.
Y otros esperaban y mientras esperaban hacían otras cosas. Isabel cerraba sus ojos y el blanco se apagaba, desaparecían las cajitas, la gente, los suplementos vitamínicos, los perfumes. Y le parecía que era casi como cerrar los ojos arriba del micro y dejarse estar, o descansar sobre un tubo fluorescente, sólo unos segundos.
3 comentarios:
Carito, usted es una observadora de las cosas que no se ven. Difícil trámite.
No me contó qué fue de "Cararrota". ¿Encontraron una pensién en Constitución con el Gordo Papa y se la pasan allí, escuchando los cantos en guaraní del paraguayo de la 4?
Abrazou.
El relato del gordo Papa y Cararrota, sencillamente, es genial. Los ambientes definen a los personajes. Los personajes son esos ambientes. Un lujito.
Gracias por dejarlo por aquellos pagos. Le dejo un abrazo.
Todo escritor es un observador de las cosas que no se ven. En realidad, todo escritor es un observador (punto). Y siempre que hay una observación (léase, una verdadera) hay un algo nuevo que no se había visto antes. A veces más sutil, a veces menos.
Debo admitir, Carito, que siempre dudé de tu estilo. Dudé de si me agradaba o no, me refiero. Bueno, lo decidí: me agrada. Definitivamente me agrada. Te deja esa... sensación de que bajo el ordenamiento azaroso de lo cotidiano hay algo así como un poesía semisecreta... susurrante tal vez. Algo asi como la vida. Supongo que eso será un buen realismo, ja.
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