lunes, 22 de noviembre de 2010

Pipinas











Merlina contó los sapos muertos: 46 en total.
En Pipinas hay sapos muertos y vivos. Los vivos habitan la fuente de la plaza y a veces actúan sobre la espalda de algún caballero. Hay también cabinas telefónicas que parecen de los '60 y adentro de una de ellas, el comienzo de un nido de avispas que reproduce en su estructura las celdas de la cabina. Hay un hotel y algunas viviendas, hay, sobre todo, casas deshabitadas y pocos jóvenes. La cementera Loma Negra, que era la principal fuente de trabajo para la mayoría de la población cerró y dejó a un 60% de la gente sin trabajo. Como otros pueblos del interior de la provincia de Buenos Aires por los que también pasaron empresas cuyo único interés era beneficiarse de los recursos naturales y de la fuerza de trabajo de la población, Pipinas se está convirtiendo en un "pueblo fantasma". Sin embargo, el día que llegamos nos encontramos con una procesión de carretas y caballos que venían de los pueblos vecinos en lo que era la "21° Marcha de la Amistad" a beneficio de la Escuela Especial N° 501.
En Pipinas el tiempo se da de un modo muy especial, de repente los hombres sobre los caballos, vestidos con la ropa "gaucha" tradicional y cabalgando con un porte decidido nos llevaron a cien años atrás, pero al final del largo desfile se escuchaba una canción de Creedence que uno de los "gauchos" bailaba fervorosamente.
Fuimos, entre otras cosas, para comentar una novela de Carson Mc Culler, "El corazón es un cazador solitario", que transcurre en un pueblito de Estados Unidos que al igual que Pipinas, parece atravesado por la desolación pero en el que también se dan estos encuentros maravillosos, esta confluencia de personajes singulares.
A la noche fuimos a la fiesta del pueblo, un galpón gigante, mucha luz y una banda sonando en vivo. Entre la gente que bailaba apretada descubrimos a Miss Amelia, otra gigante de otra novela de Carson Mc Cullers. La serie de "encuentros" culminó cuando visitamos la casa de Marta, una amiga de la Grieta, que nos recibió junto con Oscar y Felipe en su quinta, enclavada en lo verde de Verónica. En su casita había un piano, una biblioteca, fotos de escritores, pinturas, un horno de barro, plantas y ventanas.
Hablamos del modo en que las cosas permancen y del modo en que podrían cambiar, de la resistencia (Gra y Estela escribieron el panfleto de Pipinas, Ale,Manolo, Oscar y Andrea introdujeron la veta política que estábamos necesitando).
Hermoso viaje que no deja de permanecer.

9 comentarios:

notancul dijo...

Caripela!

Me recuerda un par de cosas, como por ejemplo el pueblo de Las vírgenes suicidas, que empieza su decadencia. También las elucubraciones que hacemos con unos amigos sobre nuestro hábitat, City Bell, y cómo todo lo supermoderno y top (lease ta:p) será en 15 o 20 años anticuado y estaremos viviendo en el futuro del pasado.
Y aún así será lindo venir al polvoso City Bell de entonces a leer novelas de CMcC. O simplemente será lindo leer las novelas de CMcC, donde sea.

Mejor me pongo a estudiar que me va a agarrar el futuro de sopetón.

Un bes!

Paula Magna dijo...

un eco: "Un gaucho baila la danza del vientre mientras Averroes lo mira"
lo dice Alejandra no sé donde, cito de memoria una cita de otra persona
cariños

Anónimo dijo...

Hola!... vengo del blog de AgS!

Me gusta la naturalidad de las imágens y... el título del blog: invita a la curiosidad y al asombro.

Saludos!

Nicolás Di Stéfano dijo...

Carrera de sortija, juegos campestres

Ganó algo. Tenía botas
lustradas. Ella zapatillas
Mano recta contra su espalda
su descuidada.
Una de arena y otra,
ella sabía de la otra,
una de fábrica abandonada.
Se fue la Loma quedó lo negro
o lo blanco de la piel ignorada
por el Sol. Se fue lo blanco
quedó el baile del campeón
pero de otro pueblo.
Mano recta contra su espalda,
la geometría de la risa
en las pocas y para mí
inaudibles: caballos machos
de paso doble, las flores
más amarillas que pudiera
compartir su cara menos recta hacia
sus orígenes que supongo europeos
menos casas abandonadas un sábado
para su par de zapatillas esposadas.
Pareja de baile para la ocasión
años de matrimonio
en el pasado. Entrenada frustración,
el jinete de la camisa
transpiraba su sonrisa.
Un tipo tan duro vestido tan bien.
Y ella como siempre,
esta vez aliviada de él.
Al margen del camino
al margen de la comida
al margen de lo útil de la comida
hecha de un trato
que se escapa todos los días.
Hoy los veo bailar,
él la lleva tan bien
no lo puedo creer
sus cuerpos no se conocen.
Se fue lo blanco
como los que terminan la escuela
al margen del camino
pero de otro pueblo
al margen de la comida
que se escapa todos los días
como los que la terminan.
Escuela de Punta Indio,
no lo puedo creer,
su baile de jinete
¿para qué aprendió así a bailar así?
La gente es un paisaje diminuto.
La vida se resume en una noche de baile.



escrito en ese domingo, en esa sombra, en ese viaje

un abrazo!

Caro dijo...

pero qué flor de comentario amigo!
muchas gracias!
gravita el baile todavía, qué lleno de personajes, y ahí metido el paisaje que nos devora.
un abrazo!

Sofía dijo...

Qué lindo blog!

pilar dijo...

Muuuy lindas las fotos Srta Maranguello. Me dieron ganas de ir a Pipinas, porque yo tengo a la gaucha de Trelew en mi interior. Te quierooo y nunca más te vayas a comer con los chicos del taller eh, jaja, mentiraaaaaaaaaaaaaaaaaa. Beso a los chicos del taller también!

Realmentealpedo dijo...

Buen blog!!Además me llevé una sorpresa: creo que, quien dibujó el retrato de Poe, es el hermano de una amiga mía. Si es así, el mundo más que uno pañuelo, es el trocito sobrante de un carilina usado jajaja.

Saludos!

PD:Y como dijo Sofía, lindo blog :)

Santiago Maisonnave dijo...

La fábrica de cal abandonada en Pipinas es a la vez triste, siniestra, onírica y fascinante.
Los adolescentes del pueblo también me fascinaron, por su madurez.
No creo que Pipinas sea un pueblo fantasma, aunque la historia reciente se haya esforzado tanto en que lo sea. Todavía late, Pipinas, con latido fuerte.
¿Cómo anda Carito? Por acá nos hemos comido varios amagues de verano. Los de ayer y hoy parecen genuinos. El ejército de sombrillas que se abren se acerca a paso firme, aunque todavía a cierta distancia.
Le mando un beso, oiga.