¿Cómo se vuelve? Para
Decur los recuerdos son cajones. Yo solía utilizar la metáfora de la “caja” a la que se vuelve al final del día, la que se comparte o no. Hay muchas formas de decir el pasado y una memoria falible e inventiva que desordena los hechos, los recorta y los pega, obsesiva o indiferente y que deja siempre un borde de vacío, un espacio en blanco. Se saben algunas cosas: la chica que se paró al lado de mi asiento, ayer mientras viajaba en colectivo, tenía un olor a cigarrillo viejo, fumado hace semanas y seco como una pared de vidrio.
En 50 10 y 11 hay una casa de té que concuerda aproximadamente con la imaginación de dos mujeres.
San Agustín habla de la memoria y hace temblar como pocos textos literarios últimamente. Habla de las bestias y de los pájaros. Se pone tan al descubierto como el corazón invisible sobre el sofá azul, que nadie ve.
Hay un volverse hacia la noche que se sabe porque se duerme. La certidumbre de que a veces sería mejor.
Un 2009-2010 que se vivió como un tirón y que empezó con mañanas que fueron una sola noche de hospital, hasta encontrar agua caliente en casa y una nueva forma de disponer los vasos, mirando hacia arriba, con el lago debajo. Y las intermitencias y la dificultad para el olvido. Los viajes, Dolly y Santiago. Borde. Las ventanas circulares de Tucumán, la “yungla” y los amigos. El sur. Siempre los amigos, los viejos y los nuevos, la constelación de casas en las que pedimos empanadas o nos quedamos dormidos. La pintura que hace que el jueves sea el mejor día de la semana, la conversación sobre los colores y las formas estructurales de una nube o de un cuello. Los cuentos japoneses y la Grieta. Las formas irracionales de un oído. Alguien que toca imaginariamente en mi brazo como si fuera un piano o un instrumento menor, que vive cantando. La forma extraña en la que amanece adentro de un pulmón y se va llenando de flora. Muchas maneras de ahogarse y siempre en una silla.
Tengo todas las imágenes mezcladas y la sensación de que cada mes es el mes irreal de Saer, pero sobretodo diciembre, la ida de la Plata, el vértigo, las navidades que no quiero, soñar con ropa y clientes, saludar y sonreir. No quiero saludar no quiero la navidad no quiero el cumpleaños siempre tan cumpleaños ni los estantes desbordados ni la gente. En Pipinas hay muchos sapos muertos, aplastados contra el pavimento. Acá, olor a árboles y palomas también muertas en las calles. Ha soplado viento. En Dorrego, sobre una araucaria altísima, hay una colonia de gatos salvajes. Las noches de tormenta caen los gatos más pequeños y algunos se salvan. Hay una dificultad creciente para contar cualquier cosa, palabras que también se caen contra el pavimento. Merlina las cuenta: son 47 palabras muertas.
Pero. es bueno descansar al lado de un río y mirar el ritual de los vestidos de blanco y amarillo. Gracias a los amigos.