Cuando a Clarice Lispector sus hijos le pidieron que les contara un cuento que empezara con "Había una vez", les dijo:
"Había una vez un pájaro.Dios mio."
Me pasaron la data de esta nota que salió en Página 12. Me gustó y se las comparto
aquí.
“Siempre fue y será una fiesta para mí cuando se rompe en casa un termómetro y se libera la gota gorda de mercurio plateado contenida en él, ese núcleo indomesticable”
Hay, siempre que pienso en Clarice, una mujer en un tranvía con bolsa de compras,verduras y huevos que se rompen, caras que se amontonan y ruedan. Entre los cuerpos de los viajeros alcanza a ver fragmentos del afuera, hay sol seguramente, está la actividad maquinal de las mañanas. La mujer siente sobre sus rodillas y su vientre el calor áspero de las verduras. Hasta que en un momento, no supe después porqué, se rompen los huevos y se caen las naranjas, la gente del tranvía se corre apenas un poco dejando a la mujer rodeada de un aire apenas más frío pero contundente como una máscara de carnaval o un vendaje.
Un tiempo después, uno o dos años después, recobré, por así decir, el relato. Se llama
"Amor" y está incluido en
Lazos de familia.
Empieza así: "Un poco cansada, con las compras deformando la nueva bolsa de red, Ana subió al tranvía. Depositó la bolsa en las rodillas y el tranvía comenzó a andar. Se recostó entonces en el asiento buscando comodidad, con un suspiro casi de satisfacción."
De alguna manera, cada vez que leo algo suyo, reaparece esta primera escena, mezclada con mi primera escena, y los personajes concretos de cada cuento se acomodan y hablan, cantan el feliz cumpleaños, maldicen y se preparan para cenar, sin saber que se han cruzado con Ana en el tranvía.