sábado, 23 de julio de 2011

declaraciones

La niña vieja pasa 15 horas frente a canal 13. Busca la diferencia pero no la encuentra. Un atrofiado mental, dos atrofiados mentales, 3, 4, 5, pantomima del canto y del baile. Los soñadores? La niña vieja leyó un ensayo sobre el insomnio y pensó una venganza efímera. Se le quedó una pregunta atravesada “¿Qué es lo que no duerme?”, pero sólo porque le fascina el artículo neutro. Sí, te fascina, dice Napoleón, porque es una forma de no decir nada.- Me quedo quieta, el artículo neutro es un sillón gris al infinito.
Y hablando de puntos grises con Fantino, pienso, Deleuze, habrá formado el gris con rojo y verde? Es un punto gris productivo, el germen, estalla. El semen? Estalla. Tu voz es como el semen que estalla y se va apagando de a poquito, como la programación de telefé. Napoleón, no intervengas, no intervengan los emperadores, Tito Livio, te llamo al silencio. Oigo cómo se ducha. Imagino el recorrido del jabón y la forma en que la gota tibia se le queda suspendida entre las pestañas 8 y 9 de izquierda a derecha. Cuando termines vamos a hacer las compras y volvemos con la espalda combada y el delirio de tomates llenos de puntos negros. Hasta el infinito, compramos tomates y elegimos los más podridos, buscamos la podredumbre y el hongo y las muecas porque nos parece que es una forma de salirnos de lo neutro, tomate podrido versus lo. Lo que? Lo que no duerme, Napoleón, quédate quieto.
Rhea habrá salido con sus botitas de lluvia rosadas para llamar tu atención. No importa que sea una niña, sabe cómo llamar la atención de un pervertido. Se miran por la ventana y recordás, (quinta parte) cómo conociste a la Mujer invisible. El recuerdo te llena de una nostalgia pegajosa y subís el volumen, está Ricardo Fort. Te asombra lo flaco que está. La niña vieja mira hacia el mar. De pronto los tres, Rhea, la niña vieja y vos, imaginan el mar azotado por una lluvia que llega de más atrás, de una isla que es un sincretismo de tiempos, un llamado salvaje y fango. La niña vieja te mira y las pestañas se le van transformando en ramas de árboles en otoño. Te reís porque no soportas el romanticismo de adolescencia. Las ramas están como estalactitas perpendiculares al cuerpo erecto de la niña vieja que ahora hace como si tocara un piano invisible. Es un poco idiota pero hace buenos omelettes. Estornuda y las ramas vuelan por la habitación. Napoleón pasa como un fantasma para asustar a Rhea que se ha olvidado de conquistarte y mira sensualmente a Guillermo, el kiosquero de toda la vida. A Guillermo? Nena, qué caliente que estás. A Guillermo… podrías mirar a Napoleón o a Tito Livio. Hay un beso homosexual, Ricardo Fort se atreve y las mesas argentinas le dan la espalda, repudian con el ojo mientras suben el volumen.
La niña vieja se levanta y declara: yo me voy a Limmermok.

3 comentarios:

notancul dijo...

'sur le surréalisme' del sur?

Caro dijo...

yo más bien diría, hiperrealisme del centro.
abrazos cris noctámbulo.

José A. García dijo...

Por lago no tengo televisión.

Saludos

J.