miércoles, 9 de abril de 2008


el hombre se disculpó por la tardanza y al gesto de la cocinera pasó a la sala de espera. había mirado los platos colgados dos veces en total, y le llamaba la atención que la gente los pusiera en la pared, para tener que limpiarlos con frecuencia, como si sirvieran para algo, dorados, finos, algunos burdos, como aquel del cisne, o floreados, muertos.
había sólo dos soñadores más. el calvo y la mujer Estela. le sorprendieron las cejas de la mujer y se culpó por juzgarla tan rápidamente, por tener esa idea de que las mujeres debían tener cejas finas, arqueadas, con rigor y dulzura a la vez, perfectas como líneas de tinta.
las cejas de la mujer no llegaban a unirse en el medio, pero estaban como despeinadas y profusas, oscuras, le daban una profundidad algo artificiosa a los párpados y terminaban sin "gracia", en una linea sinuosa que no expresaba nada. el hombre pensó divertido que las manos del calvo deberían ser de la mujer, que las habían intercambiado en su ausencia, para molestarlo. aquellas manos huesudas y pardas no podían ser del hombre, deberían haber intercambiado cejas por manos. él no se quiso quedar afuera y bostezó. los otros bostezaron a su vez, a modo de aceptación, y el hombre se sentó.



la imagen es cortesía de Rosa.

2 comentarios:

Ceci dijo...

perdon el atrevimiento, pero vi la puerta abierta y entre je...me gusta lo que escribis y esta es una buena forma de compartirlo, asi que dare una vuelta seguido. exitos!

Caro dijo...

gracias! no sé cómo visitar tu blog.. no me funciona el vínculo o simplemente no sé cómo... si te pasas de nuevo dejame el nombre del blog...un saludo