martes, 8 de diciembre de 2009

after all


conviven distintas escenas: la plaza en el predio del viejo Teatro; la escena de la película, argentina, en que un grupo de amigos se detiene para cargar nafta y la chica escucha por casualidad la conversación que mantienen un par de ladrones, uno de los tipos mea mientras el otro se ajusta los cordones de las zapatillas, hablan de efectividad y rapidez, pero todo suena falso; una tarde en el bosque; un mediodía en el lago, bajo los eucaliptos, cuando todavía era posible disfrazarse de caperucita roja y verlos juntos, aunque también eso tuviera un principio de falsedad o de desmoronamiento; la fuente con las venecitas, y de dónde vendrá tanta agua y siempre tan distinta si esta lluvia no es lluvia, pensaría Carmen mientras le acariciaba la espalda a Jorge, de dónde vendría, la puta que lo parió, tanta agua, que hasta se pudren la valija y el perrito.
Un boulevard, el río y el puente Nuevo, los perros negros y la cancha de fútbol, una película franco-alemana habitada por japoneses, un camino de árboles casi sin casas, en el límite de la ciudad; el otro límite de la ciudad, el comienzo de las vacas y del silencio. La calle San Martín, las plazas, el camino de Centenario, un caballo recortado por el sol, la prefiguración erótica de Nadie nada nunca, el cubrecamas escocés, el topo Gigio de goma, el amanecer frío y naranja.

1 comentario:

lau dijo...

hojas de euclipto...muchos recuerdos..

por donde andas??