Sabía que no podría quedarse en esa ciudad. Las certidumbres son extrañas, a veces uno las tiene latentes en el cuerpo pero las aplaza, hasta que un buen día, a partir de un mínimo suceso, se desatan. Cuando pensaba en la ciudad se acordaba de lo que le había contado Sonia, aquella historia de la mujer que se había quedado sin casa, después de irse a estudiar, porque los padres habían decidido vender y arreglarse en un departamento más chico. A ella le parecía innecesario, en ese momento, tener un lugar al cual regresar, porque no extrañaba a nada ni a nadie. Sin embargo, eso después cambió. Empezó a crecerle adentro la sensación del desplazado, de alguien que está pero no está o que no debería estar. Cómo caminar la ciudad o las ciudades, -porque uno camina siempre por todas las ciudades por las que alguna vez estuvo, las calles aparecen mezcladas, una desemboca en el mar a pesar de estar emplazada en el medio de la Argentina, se superponen los bulevares recorridos y leídos, los puentes, las plazas, las caras, los almacenes-, cómo ir sacándose de a poco la ciudad de encima, cuándo tomar la decisión de irse.
Tendría que escribir esta historia en futuro, decir: Daniela no se quedará en la ciudad. Abandonará las calles y las amplias avenidas (siempre que se dice “amplias avenidas” se dice también árboles, negocios, luces, gente), se mudará a otra nueva porque no puede regresar a ninguna en las que estuvo, en las que ya vivió. Después de terminar la taza de té de cenizas y alisarse las mangas del vestido gris, tomará algunas de sus cosas y se irá. Daniela se levantará una mañana y se irá, es lo mejor: no conocerá a nadie y en la nueva ciudad, Rosario? Río? Salsipuedes? Santa María? cambiará de nombre muchas veces para que nadie la reconozca. Dirá, si alguien le pregunta, que fue cantante pero que ya abandonó su carrera para dedicarse a coleccionar sapos. Dirá, si alguien le pregunta, que estudia la fisonomía de las tortugas y que en sus ratos libres cocina tortas de naranja, dirá, si alguien, un X, se interesa en ella, que es comerciante y terrible para la música.
Daniela sabrá juntar las cajas para la mudanza, cancelar las deudas, toda esa suma de gestos concluyentes, los adioses, las juntadas que sirven para clausurar una amistad y no para continuarla, los calmantes, la comida de los gatos, las cartas. Sabrá porque ha crecido dentro de ella, más exactamente adentro de sus pulmones, la certidumbre. Y se irá para que se le desenreden los ojos, como dice la canción, a una nueva ciudad blanca, preferiblemente con venados y muchos meses de calor.
5 comentarios:
que no se vaya!! decile que no!
simplemente hermoso.
Hermoso texto, Carito. De los que más me ha gustado por acá -no es poco decir-... Abrazo grande.
Más lindo Carito. Movilizante. Se supone que debería comentar todo lo hablado entre copas...
Va un abrazo!
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