Fragmento del guión
Hiroshima mon amour, de Marguerite Duras- Película dirigida por Alain Resnais
Una voz de hombre, mate y sosegada, recitativa, anuncia:
EL. — Tú no has visto nada de Hiroshima. Nada.
Una voz de mujer, muy velada, igualmente mate, una voz de lectura recitativa, sin
puntuación, contesta:
ELLA. — Lo he visto todo. Todo.
Después vuelve a oírse la voz de la mujer, tranquila, igualmente recitativa y mate:
ELLA. — Por ejemplo, el hospital lo he visto. De eso estoy segura. Hay un hospital en
Hiroshima. ¿Cómo iba a poder dejar de verlo?
EL. — No has visto ningún hospital en Hiroshima. No has visto nada de Hiroshima.
ELLA. — Cuatro veces en el museo...
EL. — ¿Qué museo de Hiroshima?
ELLA. — Cuatro veces en el museo de Hiroshima. He visto a la gente paseando. Todo el
mundo pasea, pensativo, por en medio de las fotografías, las reconstituciones, a falta de
otra cosa, a través de las fotografías, las fotografías, las reconstituciones, a falta de otra
cosa, las explicaciones, a falta de otra cosa.
Cuatro veces en el museo de Hiroshima.
He contemplado a la gente. He mirado a mi vez, pensativamente, el hierro. El hierro
quemado. El hierro roto, el hierro que se ha hecho vulnerable como la carne. He visto
ramilletes de cápsulas, ¿quién iba a pensarlo? Pieles humanas flotantes, supervivientes,
con sus sufrimientos aún recientes. Piedras. Piedras quemadas. Piedras hechas añicos.
Cabelleras anónimas que las mujeres de Hiroshima encontraban enteras, caídas, por la
mañana al despertarse.
He tenido calor en la plaza de la Paz. Diez mil grados, en la plaza de la Paz. Ya lo sé. La
temperatura del sol, en la plaza de la Paz. ¿Cómo no lo iba a saber...? La hierba, es muy
sencillo...
EL. — Tú no has visto nada en Hiroshima, nada.
ELLA. — Las reconstituciones se han hecho lo más seriamente posible.
Las películas se han hecho lo más seriamente posible.
La ilusión, es muy sencillo, es tan perfecta que los turistas lloran.
Siempre puede uno burlarse, ¿pero qué otra cosa puede hacer un turista sino
precisamente eso, llorar?
ELLA.— [...sino precisamente llorar para soportar ese espectáculo abominable entre
todos. Y salir de él lo bastante entristecido como para no perder la razón.]
ELLA. — [La gente permanece allí, pensativa. Y sin ironía alguna, puede decirse que las
ocasiones de hacer pensar a la gente siempre son buenas. Y que los monumentos, de los
que algunas veces se sonríe uno, son sin embargo los mejores pretextos para esas
ocasiones...]
ELLA. — [Para esas ocasiones... de pensar. Generalmente, es verdad, cuando se le
presenta a uno la ocasión de pensar... con ese lujo... no se piensa nada.
Lo que no quita que el espectáculo de los demás, que se supone que están pensando, sea
alentador.]
ELLA. — La suerte de Hiroshima siempre me ha hecho llorar. Siempre.
EL. — No.
EL. — ¿Qué es lo que iba a hacerte llorar?
ELLA. — Yo vi los noticiarios.
Al segundo día, dice la historia, no me lo he inventado yo, desde el segundo dia,
determinadas especies animales resurgieron de las profundidades de la tierra y de las
cenizas.
Se fotografiaron perros.
Para siempre.
Los he visto.
He visto los noticiarios.
Los he visto.
Del primer día.
Del segundo día.
Del tercer día.
EL (interrumpiéndola). — No has visto nada. Nada.
ELLA. —... del quinceavo día también.
ELLA. — Yo no me he inventado nada.
EL. — Te lo has inventado todo.
ELLA. — Nada.
De la misma manera que existe esta ilusión en el amor, esta ilusión de ser capaz de no
olvidar nunca, también yo he tenido la ilusión ante Hiroshima de que jamás olvidaría.
Igual que en el amor.
ayer vi esta peli. Sería necesario quizás tener el audio en francés para comprender la contundencia y la belleza de las primeras frases, escandidas entre las imágenes de Hiroshima, en el medio de dos cuerpos dispares que se movían lentamente como si pensaran en la plaza a diez mil grados, la plaza a diez mil grados, como si cada uno estuviera, pegado al otro, lejos, cada uno en el lugar en el que estuvo cuando.
Ahí, a cada negación de la mirada le corresponde una imagen, pero es como una imagen obliterada de por sí, ya trunca desde el origen. La negación muestra que no se ve, a pesar de que se vea, muestra que de la superficie de imágenes, bajo la cual tendría que estar, creemos, la experiencia de Hiroshima, la experiencia de la guerra, no se extrae más que lenguaje. El lenguaje no restituye, no restituyen las imágenes. Sin embargo, queda un "resplandor" de realidad. De lo que no se ve de Hiroshima, alguien, ELLA, comienza a actualizar la historia, su historia, una experiencia de la guerra. ¿Qué es lo que se devuelve? Hay una amenaza siempre presente, el olvido. Pero hay un otro dispuesto a escuchar, hay un otro que mira y ama y se convierte o es convertido por ELLA que cuenta, alocadamente, febril, que restituye mientras olvida.
me quedo pensando también en algo que leí,
El espectador emancipado de Jacques Rancière. Ahí Rancière se pregunta sobre "la imagen intolerable", es decir, sobre las imágenes que explícitamente nos colocan ante el horror, mutilaciones, enfermedades, hambre, guerra, etc. y reflexiona sobre el efecto que estas imágenes tienen sobre los espectadores. Si antes lo esperado era que colaboraran performativamente sobre el público, haciéndoles tomar consciencia de una situación y llamándolos a la acción, ahora ya no se espera eso. Lo importante, dice Rancière, no es la adecuación o inadecuación de las imágenes sino el dispositivo dentro del cual se las coloca. ¿Cómo el contexto formal y sensible en el que se insertan estas imágenes las prepara de otra manera para que sean observadas?
Si entendí bien el ensayo pienso que quizás las imágenes "intolerables" de Hiroshima (muy intolerables por momentos, o al menos para mi, que soy bastante floja para esas cosas), insertas en el dispositivo de otra historia, más mínima, contada casi toda sobre la piel de otra persona, ayuda a "ver" de otra manera. No creo de todos modos que sirva para cambiar demasiadas cosas, no creo, lamentablemente, que haya movilizado hasta la acción a las 14 personas que ayer nos reunimos en la Enseña de las tres Ranas y que nos fuimos casi de la misma manera en la que llegamos, pero quizás muestra otra manera de ver o al menos de reconocer lo que no vemos.
Me quedo con preguntas y con esa sensación de cuando recién se termina una canción, suspendida.