Para Pao, que habló de ellos.
Los figurantes coparon la terminal. Fue una cosa de locos, figurantes sobre las plataformas, de la 1 a la 20, en la entrada, en el bar, en las agencias de colectivo. Aunque nadie quiera admitirlo, todos se parecen, siempre andan con esos colgajos de tela, blanca o negra, algunos se pintan las pestañas de dorado o de turquesa. Son muy figurantes los figurantes.
Los más jóvenes estaban furiosos, los viejos acompañaban y se apostaban en los bancos para hacerle la guerra a las palomas. Ningún colectivo podía entrar ni salir y los pasajeros, después de discutir, se habían quedado dormidos en sus asientos, a la espera de que la situación mejorara.
Yo los había visto, unos días antes, sobre los balcones. Tomaban aire fresco y conversaban con los cactus. Aunque no hablen los figurantes están rodeados de murmullos, son las cosas que podrían decir y no dicen, los parlamentos efímeros de la mañana antes del desayuno, los discursos amatorios y las declaraciones vergonzosas.
Solía encontrarlos en los bares de las estaciones de servicio, desenvolviendo golosinas con mucha meticulosidad y masticando despacio los pedacitos de materia dulce. Yo los acompañaba y a veces me acostaba con alguno de ellos. Hacer el amor era lo mismo que nada, nos costaba encontrarnos entre los retazos de tela y mi ropa y terminábamos cansados. Me gustaba porque era fácil olvidar a un figurante y ellos tampoco parecían conservar ningún recuerdo de mí.
Hace días que duermen y comen en la terminal, ya casi nadie habla del tema pero todos evitamos rodear el edificio de arena: el silencio está insoportable de voces superpuestas. No nos molesta no poder irnos de la ciudad, tampoco esperamos a nadie de afuera, pero despreciamos la presunción de los figurantes que ya están perdiendo la gracia. Los imaginamos, y sabemos que es así, sin maquillaje y torturando sin ganas a los caracoles, como si pelaran golosinas.
1 comentario:
Quizá los figurantes vengan a hacerles la competencia a los que se encuentran el de "Texto en una libreta", esos que viven en los subtes.Y quizás también hayan aplastado a la mascota, el caracol de los de 62 que se juntan en un bar ya ni me acuerdo quiénes eran...
Saludos desde acá, desde estos espacios virtuales, que son siempre la superficie.
Publicar un comentario