En el medio del otoño: 9 paraguas de colores.
Infinidad de textos que cuelgan: cuentos, fragmentos, canciones, historietas, poesías.
El ánimo de convidarle a chicos y grandes el gusto por la lectura.
Hicimos una pequeña intervención en las cercanías del Galpón de La Grieta, esperamos a que los chicos salieran de la escuela -el timbre suena a las 5 de la tarde- y los acompañamos hasta que se tomaron el colectivo. Seguimos repartiendo papelitos a los viajantes, a los colectiveros y a todo bicho que pasara caminando.
Copio uno de los textos que andaba dando vuelta:
Fragmento de
El palacio de la luna—Paul Auster
“Cerca de Columbus Circus vi a un joven negro, más o menos de mi edad, que caminaba paralelamente a nosotros por la acera de enfrente. Por lo que pude ver, no había nada de extraño en él. Iba decentemente vestido y no hacía nada que sugiriera que estaba borracho o loco. Pero allí estaba, en una noche primaveral sin nubes, andando por la calle con un paraguas abierto sobre la cabeza. La cosa era bastante incongruente de por sí, pero luego me di cuenta de que además el paraguas estaba roto: la tela habla sido arrancada del armazón y, con las varillas desnudas inútil¬mente extendidas en el aire, parecía como si llevara una enorme e inverosímil flor de acero. No pude evitar reírme. Cuando se lo describí a Effing, él también se rió. Su risa fue más alta que la mía y llamó la atención del hombre que iba por la otra acera. Con una amplia sonrisa, nos hizo un gesto para indicarnos que nos metié¬ramos debajo de su paraguas.
-¿Es que quieren mojarse? -dijo alegremente-. Vengan aquí para protegerse de la lluvia.
Había algo tan fantástico y espontáneo en su ofrecimiento que hubiera sido una grosería rechazarlo. Cruzamos la calle y camina¬mos treinta manzanas de Broadway bajo el paraguas roto. Me agradó ver con qué naturalidad fingió Effing la broma, sin hacer preguntas, comprendiendo por intuición que esta clase de juego sólo podía mantenerse si todos fingíamos creer en ello. Nuestro anfitrión se llamaba Orlando y era un cómico muy dotado; sorteaba de puntillas imaginarios charcos, inclinaba el paraguas en distintas direcciones para evitar las gotas de lluvia y charló durante todo el camino en un rápido monólogo de asociaciones ridículas y juegos de palabras. Era la imaginación en su forma más pura: el acto de dar vida a cosas inexistentes, de convencer a otros de que aceptaran un mundo que en realidad no estaba a la vista. Al haberse producido aquella noche, el encuentro parecía concor¬dar con el impulso que movía lo que Effing y yo acabábamos de hacer en la calle Cuarenta y dos. Un espíritu lunático se había apoderado de la ciudad. Los billetes de cincuenta dólares viajaban en los bolsillos de los desconocidos, llovía pero no llovía y no nos daba ni una sola gota del chaparrón que caía a través de nuestro paraguas roto.”
4 comentarios:
Qué lindo! Lástima que no llegué.
Tomó prestadas algunas fotitos para el blog de la grieta...
caroooooooo sos lo más de zamora..
que lindo post
la palabra clave para este comentario es FIESEP me sonó a ir a una fiesta con ese joseph
besos de sábado que no alcanza para nada
"Era la imaginación en su forma más pura: el acto de dar vida a cosas inexistentes"
Me encantó la idea de la "intervención". A veces me da lástima estar lejos.
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