jueves, 8 de abril de 2010




A partir del cuento "La mendiga de Nápoles" de Max Jacob (gracias Andre y Gabi)

Cuando yo vivía en el boulevard de la ciudad de los cuatro ríos había en la puerta de mi casa una mendiga a la que yo arrojaba monedas. Un día, sorprendido de que no me diera las gracias, miré a la mendiga; entonces vi que lo que había tomado por una mendiga más bien era una radio con pocas pilas que captaba señales encontradas. Me acerqué a los parlantes y no pude discernir ninguna palabra reconocible: se mezclaban músicas, algo que parecía el relato de una pelea de box y quizás alguna publicidad vieja.
Adentro el centro energético se consumía. Acerqué todavía más el oído y escuché toses, como de personas que esperan en una sala, un rechinar de tazas y de bostezos. Apilé las monedas en el centro de la mesa ratona –por última vez, pensé- , al lado del plato de galletitas: era una limosna simbólica, una forma de llamar su atención.
Una de las personas sentadas alrededor, todavía bostezando, las tomó, sin darme las gracias, y las colocó en su boca. Las fue masticando mientras me miraba, como si fueran caramelos.

fotos de Grete Stern.

1 comentario:

Paula Magna dijo...

jajajaja..simplemente me encantó