martes, 25 de agosto de 2009


Para Daria, que me tiró estas palabras:
enano, anillo, prisma, batata, buey y grieta


La batata se estaba quedando dormida pelando humanos. Era inútil despellejarlos con los dedos, mejor usar un pela-humanos o comérselos con piel y todo. Había cantado durante todo el día esa canción de la adolescencia “…la ventanita del amor se me cerró, desde que me dejaste, no hago más que extrañarte…”. La batata tenía una voz privilegiada de contralto. Su marido era el enano. Con el paso de los años había ido perdiendo color verde y se complacía en leer un buen libro por las tardes y en cavar túneles. La miraba a la batata mientras ella contorneaba su cintura entre rosada y marrón, y su cabecita amarilla y pensaba que todo había salido bien, que había algo en el orden de sus días que le agradaba, cierta declinación de la luz, el sonido de los sapos, el paso de las carretas de los pepinos y las hadas que volvían del trabajo. Miró su anillo de casados y recordó la fiesta, todos habían asistido: el buey y su prometida, la zanahoria; los mellizos elfos, los espárragos burlones, las semillitas de sésamo y los alcauciles. Había sido una fiesta maravillosa: la batata vestía un vestido de organdí color azafrán y tenía puesto el collar azul de su abuela, él se le había animado a un smokin y a los suecos, tan característicos. El diablo les había preparado un gran festín debajo de la tierra. Desde afuera apenas si se divisaba una grieta, pero al entrar el hoyo se hacía cada vez más amplio y profundo y desembocaba en una espaciosa cavidad. Los tubérculos y tuberculitos habían ensayado durante días una canción, tocaron marimba y xilofón y cantaron con sus voces agudas de recién nacidos. La batata estaba de lo más emocionada, y hasta al buey se le cayeron unas lágrimas.
Volvió a mirar su anillo y se dio cuenta por primera vez que la piedra era un prisma, la levantó hasta que le dio la luz…
-Vení negra, vení a mirar el arcoiris. Y la batata se acercó al enano mientras se limpiaba las manos en el delantal… y ya comenzaba a mirar los colores.

4 comentarios:

Santiago Maisonnave dijo...

Lo que no recordó la batata -tal vez porque no lo supo entonces- es que en el parque de aquel salón de la fiesta, escondido entre arbustos y eructando su borrachera, el Gordo Papa lagrimeaba y hacía patinar a las palabras sobre una vieja canción: "...corazó-on. Tengo el alma en pedazos, ya no aguanto esta pena...".

pilar dijo...

Las batatas siempre apoyaron la monarquía. Tubérculos bastante mentirosos, con ese color lindo por fuera y tan duras por dentro. Me quedo con el enano, aunque ya no esté tan verde.
Abrazo Carito

lau dijo...

nena, qué te fumaste?
ok, digamos que es mi culpa..por la selección de palabras..
jaja pero muy ben cumplida la consigna..
volveremos con más, por qué no!?


no hay BA al final..
no al menos por ahora..
dios, estoy hasta la manos de cosas!

tenés semana del estudiante?
me quiero ir de acáaaaaaaa

lau dijo...

PD: para la próxima, una intertextualidad menos grasa, carito, media pila xD

(grasa noventosa)